Introducción al oficio divino
ANIVERSARIO DE LA DEDICACIÓN DE NUESTRA IGLESIA 2023
TÚ MISMO TE CONSTRUYES ESTE TEMPLO QUE SOMOS NOSOTROS Y ASÍ HACES QUE TU IGLESIA,
CUERPO DE CRISTO, CREZCA UNIDA.
Liturgia del día
La santidad es el adorno de tu casa, Señor
Mi casa es casa de oración. Podemos leer el capítulo 20, 52 y 58 de la Regla a la luz de la Dedicación de la Iglesia. Esa reverencia en la oración, nos enseña y refleja que San Benito vivía sumergido en la presencia de Dios y nos lleva a recordar que nuestra profesión monástica la hacemos ante Dios y ante los santos poniendo nuestra carta sobre el Altar. Esto es un compromiso muy grande para cada una de nosotras, y lo acabamos de vivir con una profesión solemne. La carta de Profesión, es testimonio de nuestra promesa de fidelidad y queda sobre el Altar, que es Cristo. Recibimos cada día la correspondencia de SU fidelidad que es promesa de vida eterna: su cuerpo (cf Memoria de Madre ISABEL al celebrar los 25 años de la Dedicación de la Iglesia).
La RB nos habla de “suplicar al Señor con toda humildad y pura devoción, con pureza de corazón y compunción de lágrimas” y se lee entre líneas, el no imponer a los demás lo que a uno le agrada. Si el trato con los hombres tiene sus exigencias, con más razón lo tiene nuestro trato con Dios…
Roguemos que esta fiesta contribuya a acercarnos más a la santidad; al santo de los santos. La santidad es el adorno de tu casa, Señor. Esta solemnidad, tan propia nuestra y a la vez tan significativa, puede ayudarnos a entrar más en el Misterio de la Iglesia, esposa, virgen y madre, morada de Dios con los hombres; a encontrar el sentido
del silencio sagrado, de la debida reverencia en el templo y practicarlo.
El Himno que cantamos, de la antigua tradición, se inspira en la visión de la ciudad santa del Apocalipsis, celebrando las Bodas del Cordero con la Jerusalén celeste. La Jerusalén es la gloria del cielo, las piedras preciosas son nuestras almas, esposas de Dios, piedras que en el tiempo, se van tallando en la mañana, ajustándose por la tarde con las contrariedades, y encajando luego en la noche, cada una en su lugar, hasta formar el edificio sagrado. Esta iglesia material, nuestra iglesia monástica, es signo de una realidad más profunda que es nuestra comunidad actual, vulnerable, pequeña iglesia que forma parte del pueblo de Dios, cada una llamada a ser una piedra viva que entra en la construcción del verdadero templo espiritual, ofreciendo a Dios nuestra propia vida cada día. Y todo esto no estamos llamadas a hacerlo solas, sino que en esta costumbre ancestral de dedicar los templos, que estaba ligada a la devoción popular, se suele encomendar el recinto, a una advocación de la Virgen, a un símbolo o a un santo. Para nosotras, ¡qué mejor que el que interceda por nosotras María de la Asunción!, que nos precede en nuestro destino final, al que ya fueron llamadas nuestras primeras hermanas fundadoras, que ahora cantan sus alabanzas junto con nosotras desde la Jerusalén celestial. Nos unimos a ellas, y a cuántos nos precedieron, comenzando este oficio con alegría y agradecidas de tener consagrados este templo y este Altar, en el que lucen y se plasman la VIDA, la ORACIÓN, el AMOR y el TRABAJO de cada hermana. Por J. N. Señor.
+ Alejandra
El correr de la acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada (Sal 45)