El día 16 de Noviembre, el noviciado del Monasterio celebra a su Santa PatronaSanta Gertrudis de Helfta, monja benedictina y mística alemana del siglo XIII, que recibió el apelativo de «Magna» o «Grande» debido a su «talla cultural y evangélica». Esta tradición proviene de los monasterios de España y que nuestro Monasterio ha heredado de su Casa Madre, el Monasterio de San Pelayo, Oviedo. Preparando la fiesta para este año, nos encontramos con este escrito que a modo de “carta”, escribieron hace muchos años atrás, las novicias de San Pelayo, para dar a conocer en un lenguaje cercano y actual, la historia de nuestra Santa. Nos encantó dar con ella, ya que también nosotras buscábamos aprender más sobre la vida de Santa Gertrudis, y qué regalo más lindo fue hacerlo a través de las que algunas vez fueron novicias de nuestro monasterio fundador.

Querida Cecilia:

Te escribo ahora que tengo un poco de tiempo libre pues en el Monasterio celebramos hoy a Santa Gertrudis, que es la patrona del noviciado. Supongo que el nombre te resultará un poco raro; lo mismo me pasó a mí el día que, recién entrada (hace casi un año ya!), pregunté quién era la Santa que representaba una talla de madera que hay a la entrada del Noviciado.

Yo nunca había oído hablar de esta Santa, ni siquiera conozco a nadie que se llame así. Así que intenté enterarme de por qué era la patrona de las novicias. Me dijeron que había sido una Abadesa benedictina del siglo XIII…, que había entrado a los cinco años en el Monasterio…, que el Señor había dicho: “en el corazón de Gertrudis me encontraréis…” y poca cosa más.

Pasó el tiempo y lo que yo pensaba que era mi propia inquietud, resultó que lo era también de las demás novicias y así, como se acercaba el día de hoy, o sea, el 16 de noviembre, que es cuando se conmemora a la Santa, decidimos entre todas lanzarnos a la busca y captura de la personalidad de Santa Gertrudis.

No creas que resultó nada fácil…; encontramos algunas cosas en reseñas, diccionarios de espiritualidad y libros antiguos, pero a pesar de la abundancia de material, no nos fue demasiado fructífero el trabajo. Todos los textos que encontramos encumbraban tanto a la Santa que casi nos la alejaron más. Nosotras queríamos conocer su humanidad para poder acercarnos a ella y que el fruto de este encuentro fuese que Santa Gertrudis nos mostrase el camino de la santidad.

Estábamos confundidas y desorientadas cuando un hallazgo vino a reavivar las ilusiones del proyecto. En una colección de conferencias de un monje de Monserrat había una dedicada precisamente a Santa Gertrudis. En las palabras que dicho monje había redactado sobre nuestra patrona, pudimos comenzar a reconocer a una mujer humana, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo, con una historia muy concreta aunque casi desdibujada absolutamente por el paso del tiempo.

Antes de seguir, tengo que aclararte que, aunque a mí me encantaría que fuese realmente benedictina, los estudiosos dudan sobre si el Monasterio donde ella vivió, o sea, el monasterio de Helfta, en Alemania, tenía más bien influencia cisterciense… A pesar de ello,  en el Monasterio de Helfta también eran los libros los que proporcionaban el alimento  espiritual: todas sus monjas se esmeraban en el estudio y en su formación humana tanto con libros santos como profanos.

En este ambiente de estudio fue donde creció Santa Gertrudis, pues, efectivamente entró en el monasterio a los cinco años. Su familia, modesta o noble no lo sabemos, la ofreció a Dios en Helfta donde, como una de tantas monjas, se aplicó al estudio.

Esta intensa actividad intelectual a la que se unía la falta de infancia vivida en el seno de su propia familia, no hizo de ella un personaje erudito, centrado en sus saberes y frío o distante; al contrario, supo sacar bien de todo ello y así sus conocimientos profanos fueron como el preámbulo de lo que, después de su conversión, sería una profundización en la Sagrada Escritura y en los Santos Padres.

Por otro lado, supo hacer de la comunidad su auténtica familia. Tanto es así que su santidad no es algo que consiguiese por encima de su comunidad o a pesar de ella, sino precisamente en ella, cómo monja del monasterio de Helfta. Y es que es cierto que “A los que aman a Dios todo le sirve para el bien”.

Y fue precisamente ese amor a Dios lo que un día le nació dentro con más fuerza que nunca: llegó el momento de su conversión. Ya sé que, a lo mejor, te parece una tontería hablar de conversión en una persona que vive en un Monasterio desde los cinco años, pero es que si Santa Gertrudis llegó a la santidad no fue porque conservase en sí misma aquella ingenuidad angelical fruto de sus pocos años, sino porque se decidió con todo su ser a seguir las inspiraciones de la gracia. Esto ocurrió cuando tenía veintiséis años recién cumplidos.

Ella no presenta jamás su conversión como un logro de su inteligencia, sino como una gracia de Dios. A partir de entonces y durante los veinte años que todavía vivió, su horizonte fue Dios.

Tal vez, dicho así, te suene demasiado etéreo, pero a nosotras nos renovó el deseo que habíamos traído al entrar en el Monasterio de buscar a sólo a Dios…y además en una vida concreta como hizo ella, una vida como la nuestra, igual que la que hacemos ahora, salvando la distancia de los siglos que no separan.

Y es que no creas que a partir de su conversión se transformó en una especie de súper monja, que era capaz de realizar las más duras y difíciles pruebas ascéticas, o que se retiró de la vida comunitaria para abrazar una mayor soledad…No. Siguió llevando exactamente la misma vida de antes; yo estoy convencida de que nadie notó nada, la obra de Dios es siempre silenciosa.

Esto me llena de alegría, porque yo que tampoco quiero renunciar al ideal de santidad, puedo alcanzarlo sin tener que pasar precisamente por cilicios y disciplinas. Aquí en mi Monasterio es algo que aprendí pronto, pues muchas veces he oído decir que se suprimieron estas prácticas porque tiene más sentido hacer penitencia, o sea, volver el corazón a Dios a través de lo que cada día nos vaya trayendo; y, mira tú por dónde… ya en el siglo XIII era esto precisamente lo que hizo Santa Gertrudis, y en ella fue un éxito total.

Bueno, pues, ¿recuerdas el día que nos despedimos justo antes de que yo entrase? Me preguntaste con gesto de desconcierto qué era lo que iba a hacer las 24 horas de cada día encerrada entre cuatro paredes.

Seguro que te acuerdas de que, a mi manera, traté de explicarte que la jornada monástica se repartía básicamente en tres actividades: lectio divina, Oficio Divino y trabajo. Esto es lo que efectivamente hago o trato de hacer desde que estoy aquí; y digo “trato de hacer“ porque lo más importante no es que externamente realice todo lo que debería hacer como monja, sino que mantenga siempre una actitud interior de atención a Dios y a los hermanos.

La vida de Santa Gertrudis también giró alrededor de estos tres elementos: un trabajo, una oración personal y una oración comunitaria, y como te acabo de decir, era exactamente igual antes y después de su conversión, lo que cambió fue su actitud interior.

En cuanto a su actitud laboral sabemos que colaboró en uno de los talleres del Monasterio copiando e iluminando manuscritos; tenía, pues, algo de artista. (También aquí en mi Monasterio se hace un trabajo similar al que ejerció Santa Gertrudis). Su santidad en el taller se hacía notar no porque no le cayesen borrones, sino porque los recibía con una sonrisa sin dejar que la tinta le manchase también el alma.

Nunca tuvo cargos importantes en la comunidad, fue una monja de a pie. En el santoral hay varias Gertrudis, pero para distinguir a “la nuestra“ de todas ellas, se le ha dado el sobrenombre de Magna, grande, sin duda a causa de sus escritos. Ahora, tal magnitud hay que entenderla en sentido evangélico de “él que quiere ser el mayor de todos, que sea el último y el servidor de todos”.

Todas estas cosas que te acabo de contar me parecen importantes y no deja de ser precioso el que trabajase en cosas que también hacemos en mi Monasterio. Pero lo que más me atrae de ella es que consiguió abrir totalmente su corazón a Dios. Como monjas esta es la hazaña que estamos llamadas a realizar.

El camino que recorrió Santa Gertrudis es sencillo, a pesar de que consiguió conducirla hasta la experiencia mística. Pero antes de seguir tengo que aclararte algo: su absoluta integración en su propia comunidad y en la historia, como mujer de su tiempo, nos proporciona el ejemplo de una persona que supo encontrar caminos nuevos y personales para vivir el evangelio utilizando los elementos que su realidad le brindaban.

Escribió varias cosas, pero la obra más representativa es el “Tratado de amor divino“. Y es que esta Santa fue verdaderamente una mensajera del amor de Dios. Pero no creas que escribió con ánimo de “promocionarse“, como diríamos hoy, sino porque sintió la experiencia de comunicar, de compartir lo que le había sido dado. Ella misma explica que no quería escribirlo pero el Señor le dijo: “ten por cierto que no saldrás jamás de la cárcel del cuerpo hasta que me pagues aquel maravedí que aún retienes“, dando así a entender que el deber de una monja no es sólo abrir el corazón al Señor sino abrirlo también a los hermanos, para que también ellos se gocen de los frutos de este encuentro. Así lo hizo Santa Gertrudis, de lo cual me alegro mucho, pues así, siete siglos más tarde podemos conocer su propia historia de salvación, lo que nos ayudará a iluminar la nuestra.

Santa Gertrudis tuvo dos amores, Dios y la comunidad, y su vida transcurrió en compañía de ambos: De Dios, o mejor de su bondad, aprendió a no despreciarse a sí misma por sus pecados, que siempre parecen más oscuros a la luz divina. De la comunidad aprendió a confiar en la gracia cuando sus propios esfuerzos no alcanzaban la meta.

Quizás el caso más característico de su vida después de su conversión fue su fuerte unión con Cristo, ella hizo verdad el deseo de San Benito para sus monjes, que no antepongan absolutamente nada a Cristo. En el centro no sólo de su existencia, sino la de todo lo que la rodeaba, sabiendo que el fin de todos y de todas las cosas es llegar a la presencia del Padre… y el Señor había dicho: “nadie va al Padre sino por mí“. Por eso la Eucaristía era tan importante para ella: primero por la presencia material del Señor y después porque la entrega de Cristo hace posible nuestro retorno a la casa del Padre.

Desde todo esto entiendo mucho mejor aquella frase: “en el corazón de Gertrudis me encontraréis“, pues el Señor era ciertamente el habitante y el rey de su corazón… Ojalá lo fuera también del nuestro.

Por Cristo, con Él y en Él. Así vivió Santa Gertrudis, dejándose guiar por su madre la Iglesia y por su hermano San Benito alcanzó la inmensa, aunque sencilla y poco ruidosa, alegría de conocer aquí en la tierra la bondad de Aquel con quien vivirá eternamente en el cielo.

Aunque veo que me estoy alargando mucho con esta carta, no puedo dejar de contarte el desenlace de su vida. Fue también normal. Tuvo una enfermedad durante los 10 últimos años de su vida pero no sabemos exactamente cuál. Esto fue doloroso para ella pues a veces le impidió asistir al coro. De todas formas tuvo también su parte positiva pues le permitió disponer de más tiempo para “vacar sólo a Dios” y fruto de estas circunstancias son algunos de sus escritos.

El haber conseguido acercarme a Santa Gertrudis y haberla descubierto tan humana y tan sencilla y a la vez tan de Dios, me ha llenado de tanta alegría que tenía necesidad de compartirla y mira, es una forma de empezar a seguir su ejemplo.

La próxima vez que nos veamos espero contarte alguna otra cosa pues pienso leer sus escritos. Sí, ya sé que te había dicho que me resultaban un poco extraños, pero ahora que conozco mejor el contexto y sobretodo que me ha nacido dentro un cariño grande hacia Santa Gertrudis me apetece mucho conocerla a través de sus propias palabras. ¿Sabes? su nombre ya no me suena tan raro y ya entiendo porque es la patrona del noviciado. En realidad creo que es una santa para nosotras y toda la comunidad.

Acuérdate de mí, y de las demás novicias en tus oraciones. También nosotras nos acordamos de ti y de tu labor. Sigamos construyendo entre todos la única Iglesia que peregrina hacia la casa del Padre. Que el Señor te bendiga y Santa Gertrudis te ayude.

Un abrazo