Benn (1905-1989) Pintura de los salmos

Lecturas Eclo 15,15-20; 1 Cor 2,6-10; Mt 5,17-37

         Jesús desea ardientemente enseñarnos el camino para conocer a Dios. Quiere mostrarnos lo que es más bello, lo más verdadero y lo más bueno para nosotros. En realidad, Dios ama a las personas humanas; desea lo que es mejor para cada una. Su anhelo es que cada persona favorezca en su corazón el don que Él ofrece de vida plena y eterna.

         La breve lectura de Eclesiástico refiere a la libertad humana: en la realidad de la vida diaria, y varias veces cada día, uno tiene que elegir entre el bien y el mal. El texto dice: “Ante ti están puestos fuego y agua: elige lo que quieres; delante del hombre están muerte y vida; le darán lo que él elige.” La libertad es la raíz de la dignidad de la persona humana. Es lo que nos distingue de los otros animales. Somos seres racionales. No estamos sometidos a nuestros instintos y pasiones, como los animales. Podemos y debemos encausar estas fuerzas para el bien. Desgraciadamente, a menudo tenemos que aprender de nuestros errores, de nuestras elecciones equivocadas. Dios mismo ha venido en nuestra ayuda, especialmente a través de la vida y las palabras de su Hijo, Jesús.

En la segunda lectura,  S. Pablo se esfuerza para explicar el misterio de la sabiduría de Dios. Al leer este sublime texto puede parecer que Dios no toma en cuenta la realidad de la vida humana. Somos de carne y hueso. Pero esto es solamente una parte de nuestra realidad. Tenemos dentro “el soplo de vida” que Dios nos ha regalado. Por este, cada persona tiene, en lo más íntimo de su ser, un anhelo para la vida perfecta y eterna. Dios la ha prometido y la tiene preparado. S. Pablo habla de “una sabiduría que no es de este mundo”. Nuestra fe en Dios nos capacita a recibir esta sabiduría divina. La fe ilumina nuestra existencia. S. Pablo desea que maduremos en la fe para poder comprender nuestra vida desde lo que Dios nos tiene preparado: la vida eterna y feliz. Reconoce que “ningún ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió lo que Dios preparó para quienes lo aman”.

         En este contexto podemos entender mejor lo que el Señor Jesús quiere enseñarnos en el texto evangélico de hoy. Dice que nuestro modo de obrar tiene que superar al de los letrados y fariseos para entrar en el Reino de los Cielos. Jesús no vino para abolir la ley sino para cumplirla. Lleva los mandamientos a su raíz y a su objetivo último. En el centro de su enseñanza, está el respeto sagrado a la persona. La Ley de Dios está al servicio a la vida, a la justicia, a la verdad y al amor. Exige que cuidemos los primeros impulsos de nuestras pasiones e instintos. Sin este cuidado, es fácil resbalar y lesionar estas relaciones: matar, cometer adulterio, llegar al divorcio, o perjurio.

         En lo espiritual, como también en lo físico, la mejor medicina es la preventiva. Jesús nos está advirtiendo sobre la necesidad de estar vigilante, y cortar los primeros rebrotes del mal. Su palabra brilla en nuestro camino para que podamos tener su luz y su fuerza en todas las circunstancias de la vida.

P. Jorge Peterson, OCSO
Monje del Monasterio Santa María de Miraflores, Rancagua