La Crucifixión, Saint John’s Bible

Lecturas: Jer 38, 3-6, 8-10; Heb 12, 1-4; Lc 12:49-53

Las lecturas de esta Eucaristía nos sumergen en el misterio del combate espiritual cristiano. ¿Cómo Jesús podría desear con impaciencia ser sumergido en la muerte tan cruel que le esperaba? ¿Cuál fue su secreto? ¿Y Jeremías? ¿Cómo podría seguir profetizando, con toda claridad, la destrucción de la ciudad santa delante de la férrea oposición de casi todos? Le metieron en un pozo lleno de barro para que muriera de hambre. Hoy es la fiesta de S. Alberto Hurtado. ¿Cómo explicar la fuerza de este apóstol de Jesucristo? Era un fuego que encendía otros fuegos. También S. Bernardo cuya fiesta celebraremos el martes: era un hombre apasionado a favor de la salvación de los hombres. En verdad, Jesús vino para prender un fuego en la tierra.

         La segunda lectura es de la carta a los Hebreos. El autor había enumerado una larga lista de personas de fe perseverante en la sagrada historia de Israel. Delante de ellos, nos exhorta: «Quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos.» Y ¿cómo vamos a recibir la fuerza para esto? Dice: «Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús». Él pasó por la ignominia de la Cruz y ahora está en el cielo. Él nos muestra el camino para llegar a la felicidad eterna.

         Es verdad: ¡Jesús vino para prender fuego en el mundo! Su gran deseo era siempre la realización del Reino de Dios en nuestro mundo. El amor ardiente que le unió al Padre y a la raza humana, es la única explicación de su gran deseo de verlo realizado. Estaba dispuesto a todo para que se realizara esta gran obra de Dios en beneficio de toda la humanidad. De nuevo, poco antes de su Pasión, dijo: «Ahora mi espíritu está agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿que mi Padre me libre de esta hora? No; que para eso he llegado a esta hora. Padre, da gloria a tu Nombre.» Jesús miraba siempre a su Padre para agradarle. Nosotros tenemos nuestros ojos fijos en Jesús para recibir su luz y su fuerza. Solamente así podemos perseverar diariamente en el combate contra los males en el mundo.

         El Señor continúa encendiendo fuego en el corazón de muchas personas hoy. En muchos jóvenes y personas no tan joven. Santa Teresa de Calcuta tuvo una misión que le costó largos años para completarla. Ella dijo: «La santidad no es el lujo de unos pocos; es un sencillo deber que tenemos tú y yo.»

         Es de primordial importancia confiar en Dios en todas las circunstancia. En esta Eucaristía pidamos la gracia de confiar sin límites, como lo hicieron los santos de Dios.

P. Jorge Peterson, OCSO
Monje trapense del Monasterio de Santa María de Miraflores
Rancagua