“Tú tienes palabras de Vida eterna”. (Jn. 6, 60-70).

 Estas palabras de Pedro a Jesús expresan la fe de la primera comunidad cristiana, expresan la experiencia de Vida que la primera comunidad hizo cerca de Jesús… ellos han hecho tal experiencia de Vida que incluso, en un momento de oscuridad proclaman: “Tú tienes palabras de Vida Eterna”.

 Tal vez, llegue algún día en que a partir de nuestra experiencia interior podamos decir de verdad: “Tú tienes palabras de vida”, sólo en Ti encontramos sentido a nuestra vida. Fuera de Ti el absurdo y la nada. Sí, hemos buscado en otras direcciones y lo único que hemos encontrado ha sido el vacío y el sinsentido

Este modo de hablar es duro ¿Quién puede hacerle caso?

Existían “resistencias” en la comunidad cristiana, para aceptar el mensaje de Jesús y se produce como una “rebelión” entre los primeros discípulos, una verdadera crisis…  Jesús se da cuenta de lo que está sucediendo y afronta la situación. Nosotros, a veces, también encontramos duro su lenguaje, nos cuesta creer que El nos ama entrañablemente. 

El Espíritu es quien da vida, la carne no sirve para nada”. El Espíritu es la fuerza del amor que procede del Padre y es Dios mismo actuando en nosotros, Él es vida y la comunica.

            La “carne” sola, sin fuerza ni amor es débil, y no sirve de nada, la “carne” es todo lo inmaduro, lo sin hacer… Carne y espíritu no son realidades contrapuestas, sino dos maneras diferentes de afrontar la vida humana. Sólo una actitud profundamente espiritual puede dar pleno sentido a nuestra vida. Todos tenemos la experiencia de que cuando interiormente nos desconectamos de lo más esencial de nosotros mismos, nuestra vida es pobre, se apaga, no germina…, hay una insatisfacción y un profundo vacío. 

Pero “hay alguno de entre vosotros que no creen … Jesús no se hace ilusiones, sabe que hay resistencias para confiar en El…, cuenta incluso con la traición, cuenta con nuestra fragilidad, con la capacidad que tenemos de estropear nuestra vida, de malograrla, de tomar opciones equivocadas, de echarnos atrás e incluso, abandonarle…

  “Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él” … En este proceso de alejamiento entre Jesús y sus discípulos, se da el último paso, el abandono. Hasta ahora los que le criticaban eran “los judíos”, ahora son “sus discípulos” los que deciden abandonar a Jesús. Ésta es una situación que se repite y multiplica en nuestro tiempo: Muchos hombres y mujeres abandonan la práctica eclesial, al menos en el viejo Occidente cristiano. Ahora, casi dos mil años más tarde, vuelve un tipo de experiencia semejante: miles creyentes abandonan a Jesús, él Señor. Si le abandonamos iremos retrocediendo día tras día y caeremos en la oscuridad y en el sin-sentido.

En esta situación dolorosa viene la pregunta de Jesús: “¿También vosotros queréis marcharos?”  Se lo pregunta porque muchos de los que hasta entonces habían seguido a Jesús murmuraban de Él y se escandalizaban de sus propuestas hasta abandonarle.

Jesús está dispuesto a quedarse completamente solo, antes que ceder un ápice en la radicalidad de su mensaje. Esta pregunta manifiesta un deje de profunda amargura. Su oferta de vida ha fracasado y sigue fracasando hoy en muchos de nosotros.

 Nuestra fe requiere responder vitalmente a esta pregunta. Ahora hemos quedados encerrados en nuestras propias limitaciones, sin saber qué hacer y qué sentido dar a nuestra vida, en medio de una sociedad y un mercado de opulencia que ofrece mucho, pero que abandona a grandes masas y quita a muchos el deseo vivir. Las grandes multitudes no han logrado aquello que querían. Ni el capitalismo ni el marxismo han respondido a sus expectativas, de manera que han caído en manos de una impotencia que parece peor que la anterior.  Jesús sigue ofreciéndonos su mismo mensaje. Podemos preguntarnos: ¿Cuál es nuestra opción? ¿Quedarnos con Él o marcharnos?

También, hoy nosotros somos invitados a responder a esta pregunta de Jesús: “¿También vosotros queréis marcharos?”. Jesús está dispuesto a quedarse solo antes que abdicar de su docilidad al Padre. Nosotros también vivimos actualmente momentos de crisis y de dificultades personales en el camino del Evangelio. Por eso, es bueno que nuestra Iglesia y nuestra comunidad renovemos nuestra fe en el Resucitado de forma consciente. Al mismo tiempo, y en contraste con esa decepción, el Evangelio de hoy nos presenta la renovación de la voluntad de seguir a Jesús por parte de Pedro en nombre de los doce: “Señor, ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.  

Pedro habla en nombre del grupo, en plural. No pregunta: Adónde iríamos, sino a quién iríamos. Irse, abandonar la tarea, no es el problema. El gran problema es a quién acudir. No puedo vivir ni crecer sino me vinculo con Aquél que me hace vivir y ese es Jesús, el Resucitado. Creer significa hacer de su persona y de sus palabras el centro y el sentido de nuestra vida. Es lo que expresa Pedro: “Tú tienes palabras de vida eterna”. Sólo Tú tienes palabras que nos hacen vivir. Sólo con tu amistad experimentamos lo que es bueno y nos libera de la angustia. Sólo en la experiencia de tu Amor se abren para nosotros las puertas de la vida.

Nosotros creemos y sabemos” … (Los dos verbos están en plural porque expresan la experiencia de la comunidad). Es la experiencia fundamental de la Comunidad cristiana. Tú eres el consagrado por Dios… el que tiene la plenitud del Espíritu, de la Vida.

Tú tienes palabras de vida eterna.    Señor, Tú puedes llenar nuestro corazón vacío. Tú puedes saciar nuestro deseo de infinito. Tú nos das la certeza que va más allá de nuestra fragilidad: la certeza de tu amor.

También podemos decirle: te necesito. Vengo cansado de ir por tantos caminos de la vida. No he encontrado la verdadera paz lejos de Ti. Por eso, me pongo hoy ante Ti, para pedirte esa paz y esa vida que no he encontrado. 

 

                                                                              P. Benjamín García Soriano