Jesús Maestro Bueno es el título de la obra encargada al Monasterio por la pastoral de la Universidad Católica del Maule que fue bendecida el día 14 de mayo en la misma universidad por Monseñor Galo Fernandez, Gran Canciller de la UCM.
A continuación, la reflexión hecha en torno a la obra:
La belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque con Él la obra bella es pura gratuidad, invita la libertad y arranca del egoísmo.
Benedicto XVI, en la Dedicación de la Sagrada Familia de Gaudí
El PROCESO, ESCUCHAR AL MAESTRO
Quisiera poder explicar esta obra a través del proceso que significó para mí llevarla a cabo, pues hablar del Maestro me involucra en primer lugar a mí como su discípula. Quisiera que la experiencia de la pintura forme parte de la obra, que se unan fe y vida, imagen y palabra… quisiera no separar… a la discípula de su Maestro BUENO.
La invitación a participar en este proyecto para la Universidad Católica del Maule, fue ciertamente una sorpresa, que en un principio, no terminaba de encajar dada la situación que estábamos viviendo al interior de la comunidad. Nuestras energías volcadas al acompañamiento de dos hermanas que simultáneamente fueron diagnosticadas de cáncer no la hacían la situación ideal para emprender un nuevo proyecto con la responsabilidad que aquello significaba. No fue fácil aceptar, estábamos pobres de tiempo y con preocupaciones extras, pero luego de hacer un discernimiento y de varias conversaciones decidimos poner a disposición los cinco panes y dos peces que teníamos esperando que Dios hiciera el resto ¡y así fue! Los panes y peces se multiplicaron y todo se pudo llevar a cabo con paz y alegría.
Muchas cosas pensé y recé antes de comenzar: quisiera estar al servicio de la Universidad… quisiera desaparecer para dar… trabajar no tanto siguiendo mis inclinaciones sino buscando que surgiera una representación de Cristo que la Universidad pudiera identificarla y sentirla como propia. También pensé en muchas posibilidades plásticas, comencé a crear e imaginar, sin embargo, en el camino todo se lo dejé al Maestro y estando atenta a su querer, comencé a hacer yo misma como de espectadora de una obra que no me pertenecía: algunas ideas e intenciones ¡nunca se realizaron!, otras que nunca imaginé ¡simplemente aparecieron!, algunos plazos que creí cortos se volvían largos y otros tiempos parecía se hacían insuficientes. Todo fue un continuo asombro, un descubrir, mirar y dejarse mirar, un dar y recibir.
Las dificultades no dejaron de venir y algunas forzosamente me hicieron recordar que esta obra no era mía, que solo era Su instrumento y que debía seguir en todo al Maestro. Así la alegría y el sacrificio se unieron dando forma y peso.
Luego de 3 meses de trabajo y oración, insertados en el quehacer sencillo y silencioso de la vida en el Monasterio, vi terminada la obra. Es cierto que no sin algunas aprensiones, pero contenta de saber que había puesto a disposición mi oído de discípula y los dones que el Señor me dio para el servicio de los demás. Por lo demás, mis aprensiones luego se transformaron en esperanzas: ¿acaso lo que a mí no terminaba de convencerme no podía ser precisamente aquello que más hablara a la comunidad a la que estaba destinada? Los caminos que el Señor tiene para atraer hacia sí a las personas son misteriosos y admirables, quizás lo que a mis ojos pueda parecer defectuoso, puede ser para Él un medio propicio para comunicarse.
EL CONTENIDO: COLORES, FORMAS Y PALABRAS
El Maestro
Como anteriormente mencioné, esta obra también fue apareciendo para mí. Ahora que está terminada, al contemplarla descubro en ella al Maestro de quien se decía que enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas (Mt 7, 29). La autoridad de los Maestros de la Ley de Israel se basaba siempre en las enseñanzas heredadas de otro Maestro. Jesús en cambio enseña por sí mismo, Él es precisamente el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6) y lo que enseña es lo que escucha al Padre, pues Él y el Padre son uno. Sin embargo, podríamos decir también que su autoridad esta íntimamente ligada a su infinita misericordia y a su amor inaudito por el hombre. No es una autoridad que se impone, que hace fuerza, sino que acoge, ama, perdona, mira, se acerca, escucha, toca a los enfermos, sana, sirve… su autoridad proviene también de haber dado la vida por nosotros. Si me siento amado, entonces puedo escuchar, dejarme corregir, dejarme guiar… entonces puedo ser realmente discípulo, y al igual que san Juan, con audacia designarme como el discípulo amado.
Por este motivo vemos que Cristo con su mano derecha manifiesta su autoridad que viene de lo alto y con la izquierda su amor y su misericordia, su capacidad infinita de acogernos tal como somos, con todas nuestras limitaciones y pecados. Su rostro es serio y dulce a la vez, pues el Maestro es tan exigente como misericordioso, capaz de armonizar ambos atributos con una pedagogía especial para cada uno, permitiendo que nos sintamos amados y a la vez motivados para una entrega generosa y radical como la suya.
Discípulos y oyentes
Vemos en cada una de los persojes su propio modo de estar ante el Maestro. El de la derecha, sentado serenamente escucha sus palabras con oído atento. No necesita de mucho contacto visual con su Maestro, pues el oído es el sentido de la fe y a través de éste, se abre el corazón a la verdad de Dios. El más joven necesita experimentar la cercanía del Maestro, y por eso no teme aproximarse a quien de antemano le ha mostrado un amor completamente nuevo, un amor que no juzga y no se cansa de perdonar, hasta setenta veces siete (Mt 18, 22). La mujer se encuentra, a su vez, con esa actitud que le es tan propia, ella se involucra por entero dirigiendo todo su ser, cuerpo y alma a quien le habla con sinceridad y le trae la Buena Noticia del Dios que se fija en los pobres y en los humildes.
Palabras en piedra
Formando un empedrado de letras que aluden a la solidez de la Palabra de Dios, se encuentran dos citas bíblicas que se alzan como muro y fortaleza dentro de la obra, es lo permanente, lo que atraviesa el tiempo sin perder vitalidad: El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasarán. (Mt 24, 35)
En la primera cita se lee:
En Él están escondidos todos los tesoros del saber y del conocer (Cfr. Col 2, 3)
San Pablo tiene la certeza de que el misterio de Cristo reúne en sí toda la sabiduría divina. Cristo es el logos, la palabra hecha carne, es La Palabra que Dios ha pronunciado para nosotros. En Él encontramos las respuestas a todos los acontecimientos, a los designios salvíficos de Dios para con la humanidad y la respuesta a todos los enigmas de la condición humana: del sufrimiento, la muerte y la vida después de la muerte. Pero ciertamente están escondidos, es decir, no se ven a simple vista, se requiere renunciar a la lógica de este mundo para comprenderla, se necesita recorrer el mismo camino de Cristo, de abajamiento, de kénosis, para entrar en la gloria, en la resurrección, en la dinámica de la pascua. Es perderlo todo, para encontrarlo todo.
Mas abajo encontramos las palabras apremiantes del mismo Maestro:
Uno solo es vuestro Maestro y vosotros sois todos hermanos (…) Uno solo es vuestro Padre, el del cielo (Mt 23, 8-9).
El Señor con ello nos invita a centrar nuestra mirada en Él, y reconocerlo como único Maestro de nuestras vidas. Quizás esto hoy puede resultar chocante ante la pluralidad de voces, de teorías, de posibilidades, pero ¿quién puede demandar tal exclusividad sino solo Dios? En el fondo, no es más que una advertencia impregnada de amor, de Aquel que es la vida plena y verdadera. Es como si tiernamente nos dijera: no vayas tras otros “maestros” – que a veces son más atractivos- porque solo yo puedo darte VIDA. Y solo reconociendo nuestra condición de creaturas podremos ver nuestro origen común, ese que nos hace profundamente hermanos y nos permite vivir reconciliados.
Franja de luz
La luz que atraviesa la obra de forma horizontal es de alguna manera evocadora del Reino de Dios que como nuevo amanecer despunta con la venida de Jesucristo: alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega (Jn 4, 35)[1]. En este caso realza las viñas símbolo del mundo rural y de las tierras campesinas de la región del Maule.
La franja de luz contrasta con los azules oscuros del fondo, y nos recuerda la promesa de Cristo: Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la oscuridad sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12). La luz se hace más intensa dentro de los arcos de la iglesia, es la sabiduría de nuestra Madre Iglesia que brilla no con luz propia, sino con la luz de Jesucristo.
Además, podemos reconocer en esta franja luminosa la luz del conocimiento, esa capacidad racional que Dios ha querido comunicarnos a los hombres y que nos permite comprender el mundo, nos eleva por encima de todas las demás criaturas, y nos hace capaces de contemplar la VERDAD, capaces de Dios.
SÍMBOLOS PROPIOS DE LA UNIVERSIDAD
Entre los símbolos propios de la Universidad, aparece el campanario de la capilla, que aunque simplificado, es reconocible por su estructura y sus arcos. Es no solo un elemento específico –y que manifiesta la identidad católica de la Universidad-, sino también un símbolo de la Iglesia universal instituida por el mismo Cristo.
Las viñas aluden a la realidad rural en que está inserta la Universidad con la cual tiene especial compromiso desde sus inicios, es la fuerte vinculación a la tierra, al mundo campesino y a la preservación de la ecología. La vid, por su fuerte connotación bíblica, no deja además de ser una alusión a la Eucaristía como centro y cúlmen de la vida de la Iglesia.
Las 3 piedras que están en la parte inferior de la obra son los cimientos de la Universidad, el impulso fundacional de los obispos Mons. Salman, Mons. Manuel Larraín y Mons. Carlos González y el legado que han dejado a la comunidad universitaria.
El color azul del fondo se escogió precisamente por ser parte también del lenguaje propio de la Universidad ya que forma parte de su imagen institucional.
LA TÉCNICA
Esta pintura está realizada en acrílico sobre madera previamente pirograbada. Encontramos zonas de aguadas (los fondos) y zonas de superposición de capas finas de color (las figuras), además de zonas de madera sin color. Las texturas de las figuras fueron generadas lijando y raspando para que apareciera las capas anteriores de color. Se usó lámina de oro para la aureola de Cristo y para resaltar la palabra Maestro.
UN ATREVIMIENTO FINAL
A aquellos que se acerquen a rezar ante esta imagen del Maestro Bueno, me atrevo humildemente a pedir se unan a un deseo-oración: sueño con que despertemos cada día hacia una mayor plenitud de vida, hacia un amor más grande, a dejar que el Maestro ensanche los límites de nuestra pobreza y egoísmo hacia una transformación que permita una mayor similitud con El Amado; esa similitud transformará el mundo. Un pensador dijo: El hombre supera infinitamente al hombre.
Sueño con una Iglesia nueva, con sus miembros renovados, más conscientes de su pobreza pero no menos esperanzados, que sepan volar porque ya no confían en sus fuerzas… yo misma sueño cada día con ser alguien nuevo, no por desmerecer la obra que Dios ha hecho en mí, sino por la inaudita novedad que Él me pone ante los ojos, que creo no es otra cosa que la santidad. Deseo y sueño que seamos santos.
Hermana Gracia Quintana Viollier
Monasterio de la Asunción de Santa María
Monjas Benedictinas, Rengo, Chile
Febrero de 2019
[1] Con esta enigmática sentencia el Señor quería hacer ver a sus discípulos como el Reino de Dios estaba comenzando, luego de ver que los samaritanos (no israelitas) se abrían a su predicación y a la fe.