The Saint John’s Bible, detalle
El Padre Andrés Azcárate, OSB, primer Abad de San Benito de Buenos Aires, nos explica algunos elementos importantes del Jueves Santo desde su liturgia:
Jueves de la Cena del Señor e Institución de la Eucaristía
El último Jueves de Jesús. Sabía Jesús que había llegado «Su hora» tantas veces predicha a los Apóstoles, y tantas también deseada por sus enemigos, sin conseguirlo. Como ciudadano observante, su primera preocupación fue ordenar los preparativos para la última Cena legal. En ella dio a los Apóstoles y a la humanidad la sorpresa insospechada y divina de la Institución de la Eucaristía, como Salvador del mundo y Fundador de Su Iglesia. Fue su Nueva y Eterna Alianza. La precedieron horas de íntimo desahogo: Su Corazón latió como nunca glorificando a Su Padre y despidiéndose de este mundo. Y a los Apóstoles les lava los pies, les inculca el «mandato nuevo del amor mutuo», les anuncia su muerte violenta, denuncia al «traidor», a Pedro le predice sus «negaciones», les habla del cielo, promete enviarles un Consolador, confirma la primacía de Pedro, les pide permanezcan unidos a El como sarmientos a la vid, que es El mismo, los anima a sufrir y confía al Espíritu Santo que ha de enviarles, que complete Su doctrina y continúe Su obra. Y termina: Tened confianza en Mi, que yo he vencido al mundo. Y ruega a Su Padre por ellos, por Su Iglesia, y por cuantos han de creer en El. Tal fue el último Jueves de Jesús, en la tierra.
Antiguamente había en este día tres grandes celebraciones, con sus respectivas misas
solemnes:
—la reconciliación de los penitentes públicos,
—la consagración de los Óleos, y
— la conmemoración de la Institución de la Eucaristía.
La primera cayó en desuso al desaparecer la disciplina de la penitencia pública. Por mucho tiempo quedó como vestigio la bendición «urbi et orbi» que el Papa da hoy desde la loggia vaticana. La segunda se ha seguido practicando en las catedrales de todo el mundo. La tercera y principal y característica de este Jueves, la Institución, constituye la celebración central y propia del Jueves para todo el Pueblo de Dios, en todo el mundo.
La Misa crismal
Tiene lugar en las catedrales por la mañana de este Jueves. En ella bendice el Obispo diocesano el Oleo de los enfermos y el de los catecúmenos, y consagra el santo Crisma. Cada bendición y consagración tiene su propio rito. El del santo Crisma es de una riqueza espiritual suma. Precede a esta ceremonia, la renovación de las promesas sacerdotales, y una procesión ofrendal portando los diáconos dichos tres elementos de Óleos, y los fieles el pan, el vino y el agua sacrifícales. Concelebra el Obispo con su Presbiterio y sacerdotes de distintas comarcas de la diócesis y con una concurrencia nutrida de fieles. Es la ceremonia en que aparece con mayor relieve la figura pastoral del Obispo, el acatamiento leal del clero y la adhesión y filial veneración de los fieles. Todo esto es hoy de una importancia y urgencia capital.
Literariamente el rito crismal es una de las composiciones más bellas e inspiradas, densa de doctrina y henchida de simbolismo. Se destacan las oraciones de la bendición del Crisma, el himno a Cristo Redentor y el Prefacio.
La Misa vespertina de la Cena del Señor
Esta es la Misa oficial del día. Se prohiben todas las misas sin pueblo, así como las comuniones fuera de la misa, excepto para los enfermos. Es propiamente la Misa participada por toda la comunidad local, y ahora concelebrada por los sacerdotes de cada iglesia. Es la Misa del «Nacimiento del Cáliz», que decían los antiguos por ser la del día de la Institución eucarística y del sacerdocio. Nada más natural que sea la preferida para el cumplimiento pascual. Durante el «Gloria in excelsis», se repican las campanas en homenaje a la Institución, para callar en seguida hasta la Vigilia pascual. Es una invitación de la Iglesia a la reflexión, al examen de conciencia, al recogimiento, mientras Ella, esposa de Cristo, acompaña a su Esposo en el drama de Su Pasión y llega Su triunfo, resucitando.
La Flor de la Liturgia Renovada, extracto.
Andrés Azcárate. Ed. Claretiana, 1976