¡Feliz fiesta de Pentecostés!
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones a través del ESPIRITU de DIOS que mora en nosotros”. Antífona de entrada del día
En medio de este Otoño sombrío y a la vez embellecido por el dorado de las hojas, el desnudo de sus árboles donde resplandece su Cruz en medio de esta Pandemia tan llena de incertidumbre y dolor, el Señor nos vuelve a susurrar: “Sígueme”, lo hacía con Pedro y hoy lo hace con cada uno de nosotros.
Jesús ante la pregunta de Pedro por el discípulo amado «Señor, ¿y éste, qué?» le dijo «Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme». (Jn 21,21) ¿qué va a ser del discípulo amado?. Tú sígueme ¿qué te importan los otros? Me importas tú, tú sígueme. Cada uno tiene su propia historia, su propio “sígueme del Señor”, cada uno tiene su manera de seguir al Señor, nosotras lo seguimos según la Regla de San Benito, en el camino monástico, pero cada uno tiene su camino singular en el Espíritu, en su VIDA.
HOY en esta gran Fiesta de la Iglesia, Pentecostés, pedimos que el Espíritu acompañe a tantos hombres y mujeres que están sufriendo. ¡Cómo celebrar Pentecostés sin hacerlos presentes a ellos!
Cómo no recordar a los miles de hermanos que han partido, a los que han perdido el trabajo, los que no han podido salir a buscar el sustento de cada día, los que están pasando hambre, los sacerdotes, los médicos, las enfermeras, los auxiliares que están dando su vida en los hospitales, cómo no recordar a los abuelos, los ancianos que temen partir. Como no tener presente en este Pentecostés a tantos. Podemos hacerlo rezando con la tradicional secuencia al Espíritu Santo, pidiendo sus dones para cada uno.
h. Josefina
SECUENCIA DEL ESPIRITU SANTO
Ven, Espíritu divino, manda un rayo de tu lumbre desde el cielo.
Ven oh, Padre de los pobres, luz profunda, en tus dones Dios espléndido.
No hay consuelo como el tuyo, dulce huésped de las almas, mi descanso.
Suave tregua en la fatiga, fresco en hora de bochorno, paz del llanto.
Luz santísima, penetra por las almas de tus fieles, hasta el fondo.
Que vacío hay en el hombre, qué dominio de la culpa, sin tu soplo.
Lava el rastro de lo inmundo, llueve tú nuestra sequía, ven y sánanos.
Doma todo lo que es rígido, funde el témpano, en camina lo extraviado.
Da a los fieles que en ti esperan tus sagrados siete dones y carismas.
Da su mérito al esfuerzo, salvación e inacabable alegría.
Secuencia en latín: