Hacia la Casa de Dios …
Son tantos los que, durante estos días, están haciendo la experiencia de vivir la propia casa, porque no pueden salir de ellas sin un permiso especial. Son tantos los momentos que ahora les toca estar juntos, desde que se despiertan en la mañana, hasta que en la noche se van a dormir. Algunos me señalan que no les resulta fácil a veces, estar junto a su esposa, o esposo, todo el día, los dos solos cuando los hijos ya no viven con ellos. Para otros, con hijos más chicos, encontrar rutinas para que ellos no se aburran, siempre está la tentación, o la solución fácil de ponerlos delante de una pantalla y dejarlos que el tiempo se les escape sin que se den cuenta y, muy importante, que no molesten.
Pero para quienes me lo han pedido, y para algunos más, les comparto estos pensamientos que pudieran ayudar a vivir el misterio de cada instante y no dejarlo escapar simplemente, que sean instantes que permanezcan en el tiempo, instantes de eternidad. Hacer que nuestra casa en estos días sea Casa de Dios, es decir, algo así como un taller donde se aprende el arte de ser personas, solos o con compañía … donde se trabaja ese arte de amar que llena de sentido y de belleza toda vida humana, en cualquier condición o circunstancia … para que se cumpla verdaderamente eso de que la gloria de Dios es la vida del hombre, y la vida del hombre es ver a Dios …
San Benito dice a los monjes, casi al concluir su Regla:
“Hay un celo bueno que separa de los vicios y conduce a Dios y a la vida eterna. Practiquen, pues, los monjes este celo con la más ardiente caridad, esto es, adelántense para honrarse unos a otros; tolérense con suma paciencia sus debilidades, tanto corporales como morales; obedézcanse unos a otros a porfía; nadie busque lo que le parece útil para sí, sino más bien para otro; practiquen la caridad fraterna castamente; teman a Dios con amor; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; y nada absolutamente antepongan a Cristo, el cual nos lleve a todos a la vida eterna” (RB 72)
Adelántense para honrarse unos a otros …
Este tiempo que pasamos juntos podemos intentar sacudir el polvo que se ha ido acumulando sobre la honra de mi hermano. O quizás sea mejor decir el polvo que se ha ido acumulando sobre la mirada que yo tengo de mi hermano. Si ya no nos damos el “usted” porque el “tú” ha conquistado definitivamente su lugar, recuperar ese trato que representaba el decir al otro de “usted” puede ser una buena cosa. Honrar a mi hermano es algo tan simple como mirarlo con amabilidad, con benevolencia, dejarlo pasar primero, o decirle con verdadero interés “hola” “buenos días” “¿cómo estás” … Este tiempo no nos queda más alternativa que detenernos y mirarnos los unos a los otros, compartir el espacio físico que se nos ha hecho más estrecho: que se abra una posibilidad para encontrarnos verdaderamente … Un buen regalo que pudiéramos hacernos cotidianamente es hacerle sentir a mi hermano: “en realidad, me he dado cuenta que lo paso bien contigo” … Adelantarse para honrarse unos a otros puede tener algo de esto y mucho más que, seguramente, ustedes mismos podrán ir descubriendo …
Jesús, nuestra paz, por tu evangelio tú nos llamas a ser muy sencillos y muy humildes. Tú haces crecer en nosotros un agradecimiento infinito por tu continua presencia en nuestros corazones[1] … Amén.
Tolérense con suma paciencia sus debilidades, tanto corporales como morales …
¿Existirá alguien en el mundo que esté exento de debilidades físicas, sicológicas o morales? … ni siquiera nuestros primeros padres, Adán y Eva, cuando estaban en el Paraíso, porque de haber sido así no habrían podido ser tentados por la serpiente astuta … Cuando nos vemos menos puede ser más posible cubrirse delante del otro: mostrar sólo nuestras fortalezas y esconder nuestra debilidad. Pero cuando nos obligan a quedarnos en casa por dos semanas seguidas, sin salir ni a la esquina, va aflorando más visiblemente entonces nuestra otra cara … ¿Qué hacer? … Adán y Eva sintieron vergüenza uno del otro al descubrir que estaban desnudos, entonces su reacción humana fue cubrirse con hojas de higuera, que fue el primer diseño de alta costura en la historia de la humanidad … Pero otra manera de reaccionar podría ser olvidarse de la propia desnudez e intentar acoger la del otro, sin juzgarla. Quizás estos días salgan a la luz tantos juicios recíprocos, tanta murmuración acumulada sobre mi hermano, porque ahora ya no puedo huir de él, no nos queda más remedio que estar juntos. ¿Será posible entonces que este sea un tiempo de reconciliación? San Benito nos dice: “tolérense con suma paciencia sus debilidades, tanto corporales como morales” … Tolerar con paciencia la imperfección de mi hermano, porque no puedo huir de ella, es una oportunidad de ensanchar el propio corazón …
Espíritu Santo, que llenas el universo, tú pones al alcance de nuestra fragilidad humana la bondad del corazón, el perdón y la compasión … Amén.
Obedézcanse unos a otros a porfía
Hoy mencionar siquiera la palabra obediencia puede causar en algunos un cierto malestar. Pero no se trata de una palabra tan horrible, sino que, por el contrario, es un término amable, pues en su raíz latina la palabra obediencia se asocia con escuchar. Y San Benito, con su característico tono de amabilidad y discreción tiene la audacia de iniciar su Regla para monjes con estas palabras: “Escucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón …” … Podemos entender con audacia la obediencia recíproca como un escucharse recíprocamente, pero no únicamente en el prestar atención a lo que el otro dice, sino a lo que el otro es … Después de años de convivencia en la vida matrimonial, familiar o comunitaria ya cada uno puede manifestarse como verdaderamente es … pero no sería justo si es que no se lo permito también a mi hermano: ¿por qué yo solamente puedo ser yo y no permito al otro que sea un tú? … Este consejo de san Benito a los hermanos de que obedézcanse unos a otros a porfía podemos tomarlo, al menos por esta vez, de dejar que el otro sea como es, que sea distinto a mí … y dejarle un espacio amplio, importante, para que lo sea verdaderamente … y no mandarlo al cuarto del servicio …Dios de consolación, aunque no sintiéramos nada de tu presencia, tú estás ahí. Tu presencia es invisible, pero tu Espíritu Santo está siempre en nosotros … Amén.
Nadie busque lo que le parece útil para sí, sino más bien para otro
Hoy vivimos con una mentalidad inmediata, nos cuesta posponer la satisfacción de nuestros gustos, ponernos entre paréntesis o tolerar la frustración. A todos nos pasa más o menos parecido. Por ahí leí que hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en consumidores, y el consumidor por lo general es muy poco paciente, muy poco tolerante. No es malo consumir, evidentemente, pues consumir es también alimentarse, nutrirse de lo que necesito para vivir, y vivir bien. Pero cuando se instala en nosotros la voracidad entonces el consumo, de lo que sea, se puede volver una adicción, y nos hacemos dependientes de algún producto. Es difícil trabajar la voracidad porque nos encierra en nosotros mismos, estrecha nuestros bordes existenciales, y el infinito del universo se reduce a mi espacio vacío e insatisfecho. San Benito nos dice que “nadie busque lo que le parece útil para sí, sino más bien para otro” … nos propone que luchemos contra esa tiranía del “me gusta” o “no me gusta” poniendo el foco de nuestra atención no en nosotros mismos sino en lo que los demás necesitan: antes de servirme yo, por ejemplo, me fijo si queda lo suficiente para mi hermano, o cuando en la fuente quedan dos frutas distintas dejo a mi hermano que elija primero y yo después. En fin, hay muchos detalles en la convivencia cotidiana donde podemos ejercitarnos en este arte e ir afinando nuestra capacidad de percibir qué es realmente lo que el otro necesita, lo alegra, le hace bien … Porque, según decía un personaje sabio y experimentado, uno entra a una comunidad para ser feliz y permanece para hacer felices a los demás … y otro tanto podríamos decir de la motivación al matrimonio …
Jesús, nuestra esperanza, en ti encontramos la consolación con la que Dios viene a inundar nuestras vidas; y comprendemos que, en la oración, podemos entregártelo todo, confiarte todo … Amén.
Practiquen la caridad fraterna castamente
Hay un salmo que dice: “qué alegría, qué delicia convivir los hermanos unidos” … Si nos toca compartir nuestra vida con otros, en un espacio muy reducido y por un tiempo que se va haciendo cada vez más largo, sin posibilidades de entrar y salir libremente, entonces cabe preguntarse sobre la mejor manera de asegurar una convivencia que sea fecunda y feliz. Si miramos al otro, por los motivos que sea, como un artículo de consumo, evidentemente que la saturación del gusto llegará pronto y comenzarán esos roces inexplicables que terminan haciendo de la convivencia algo muy duro. San Benito nos da una buena receta al respecto: practiquen la caridad fraterna castamente … Este consejo lo podemos entender de varias maneras, yo señalo por esta vez solamente dos … Relacionarnos desde la alteridad, es decir, no hacer desaparecer al otro en relación conmigo, o no desaparecer yo en el otro. Entonces se abre la posibilidad de una comunión, y en la comunión siempre se da que el todo es superior a la suma de las partes. El plus de la comunión es fuente de alegría. Y para que esto se dé es necesario vincularse castamente, sin devorarse recíprocamente … Un segundo aspecto es el orden: san Benito establece en el monasterio un orden para la vida fraterna, que permite a personas muy distintas convivir, ¡y existir!, desde una fraternidad responsable. El amor fraterno, o la caridad fraterna, también necesita un espacio y un marco adecuado, un orden que permita y proteja la individualidad, no el individualismo. En definitiva, se trata de un orden de vida que permita que cada hermano pueda respirar, tener holgura … ser libre para amar … Entonces, cuidar un orden en nuestra rutina cotidiana puede ayudar mucho para hacer más fácil, llevadero y amable el tiempo que pasamos juntos. Y este orden se expresa normalmente en ritos que permiten ritmar y embellecer los usos y rutinas cotidianos adornándolos con un toque de eternidad …Espíritu Santo, tú tienes para todos nosotros una llamada. Por eso, ven a preparar nuestros corazones para que podamos descubrir lo que esperas de cada uno de nosotros … Amén.
Teman a Dios con amor
El temor de Dios no tiene que ver con el miedo, sino más bien con una actitud de reverencia, de honrar la presencia de alguien que se percibe como grande e importante para nosotros. Y lo que se sigue de esto es lo que hace Moisés al aproximarse a esa zarza ardiente: descalzarse, quitarse las sandalias … San Benito dice al monje que en la medida que progresa en la vida monástica y en la fe su corazón se dilata, o, dicho de otro modo, en la medida que progresa en la humildad y en la fe se abre al amor. Este tiempo de claustro puede ser un tiempo de aprender a descalzarse … a hacernos más pequeños … para que Dios vaya haciéndose más grande en nosotros. Estamos menos expuestos hacia el exterior, no necesitamos tanto defendernos, podemos dejar en la puerta esa armadura que necesitamos cada día para salir a ganarnos el pan cotidiano. Estamos en familia, en comunidad … podemos atrevernos a la humildad, a creer, a confiar … volver a ser niños … “No pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre” … Podemos quitarnos la máscara, dejar afuera los ídolos de este mundo … sólo Dios basta …
Espíritu Santo, en ti se nos ofrece descubrir esta realidad sorprendente: Dios no quiere el sufrimiento ni la aflicción humana, no crea en nosotros ni miedo ni angustia, Dios no puede más que amarnos … Amén.
Amen a su abad con una caridad sincera y humilde
Desde el 18 de octubre parece haberse desatado en nuestra sociedad una aversión a toda forma de autoridad, instalándose en algunos un estado de rebeldía permanente …. Sin embargo, hoy la autoridad intenta ayudarnos a todos para que no se siga propagando el virus, nos da indicaciones que tenemos que seguir con sencillez … La autoridad hace un gran esfuerzo por cuidarnos, e intenta medidas para restablecer un cierto orden que, desde el 18 de octubre, se había roto … No tengo por qué estar de acuerdo en todo con la autoridad, no tiene necesariamente que serme afín … sin embargo, el consejo de san Benito se aplica también aquí, cuando dice a los monjes amen a su abad con una caridad sincera y humilde … Amar a quienes hacen para nosotros el servicio de una autoridad es algo bueno y necesario … En nuestra casa, en la comunidad siempre hay alguien que tiene ese oficio, porque sin una autoridad legítimamente asumida, unánimemente reconocida no es posible vivir en paz … Pero es necesario entender la autoridad no como un poder sino como un servicio, porque el Señor Jesús no vino a ser servido sino a servir, y a entregar su vida por la salvación de muchos, y esto lo expresó en la última cena cuando se puso a lavar los pies a sus discípulos … Seamos agradecidos, cuidemos a quien, por oficio, nos cuida … aprendamos de Simón de Cirene y démosle una mano, agradecida y generosa, a quien hoy, en medio de nosotros, carga con la cruz de ser autoridad … Es necesario que entre nosotros haya alguien que confirme el don que cada uno tiene y que nos anime para ponerlo al servicio de los demás … es necesario que haya alguien que modere, para que los débiles no se desanimen y los fuertes moderen su ritmo y exigencias … es necesario que haya alguien que cuide ese orden indispensable para una buena convivencia, para que los hermanos no se contristen más de la cuenta … hoy, como ayer, sigue siendo necesario que haya personas que quieran prestarnos ese servicio, el servicio de una autoridad: ¡cuidémoslas! …
Dios de consolación, tú te ocupas de lo que nos pasa, de tal modo que avancemos en todo momento: de la inquietud hacia la confianza, de la sombra hacia la claridad … Amén.
En fin, el Señor nos dice que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20) … Dejar que Jesús se coloque en medio de nosotros puede hacer una pequeña gran diferencia: ¿cómo hacerlo? … San Benito no dice a los monjes que “nada absolutamente antepongan a Cristo, el cual nos lleve a todos a la vida eterna” … No quiero tanto dar aquí recetas ni respuestas, sino más bien despertar un deseo de ponerse en movimiento hacia Jesús … o si se quiere, dejar que Él venga a nosotros y abrirle la puerta de nuestra casa para que entre y se quede con nosotros … para que su Reino se haga realidad en medio de nosotros …
Jesús, paz de nuestros corazones, en nuestras noches como en nuestros días, en las horas de oscuridad como en las de plena luz, tú llamas a nuestra puerta y esperas nuestra respuesta … Amén.
+Benito Rodríguez
Monje benedictino
[1] Estas breves oraciones se las tomo prestado al hermano Roger de Taizé …