«AL COMENZAR EL ADVIENTO, AVIVA SEÑOR EN NOSOTROS EL DESEO DE SALIR AL ENCUENTRO DE CRISTO»

(Cf. Oración Colecta, I Doming de Adviento)

virgen velando 2

HOMILÍAS DOMINGOS DE ADVIENTO

Domingo I de Adviento, P. Jorge Peterson, OCSO (PDF)

Domingo II de Adviento, P. Jorge Peterson, OCSO (PDF)

Domingo III de Adviento, P. José-Román Flecha (PDF)

Domingo IV de Adviento, P. Jorge Peterson, OCSO (PDF)

Corona de Adviento (PDF)

EL ADVIENTO

Todo el misterio de la esperanza cristiana se resume en el Adviento. Al mismo tiempo, es preciso afirmar que la espera del Adviento invade toda nuestra experiencia cristiana, la envuelve, y encuentra en ella una dimensión nueva.

La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya un hecho. Cristo sigue presente en la Iglesia y en el mundo, y prolongará su presencia hasta el final de los tiempos. ¿Por qué, pues, esperar y ansiar su venida? Si Cristo está presente en medio de nosotros, ¿qué sentido tiene esperar su venida?

Esta reflexión nos pone de frente a una tremenda paradoja: la presencia y la ausencia de Cristo. Cristo, al mismo tiempo, PRESENTE y AUSENTE, POSESIÓN y HERENCIA, ACTUALIDAD de gracia y PROMESA. El. Adviento nos sitúa, como dicen hoy los teólogos, entre el «ya» de la encarnación y el «todavía no» de la plenitud escatológica.

Cristo está, sí, presente en medio de nosotros; pero su presencia no es aún total ni definitiva. Hay muchos hombres que no han oído todavía el mensaje del evangelio, que no han reconocido a Jesucristo. El mundo no ha sido todavía reconciliado plenamente con el Padre; en germen, sí: todo ha sido reconciliado con Dios en Cristo. Pero la gracia de la reconciliación no baña todavía todas las esferas del mundo y de la historia. ES PRECISO SEGUIR ANSIANDO LA VENIDA PLENA DEL SEÑOR. Hasta la reconciliación universal al final de los tiempos, la esperanza del Adviento seguirá teniendo un sentido y podremos seguir orando: «Venga a nosotros tu Reino».

Lo mismo, en el hondón más profundo de nuestra vida personal, la luz de Cristo no se ha posesionado todavía de nuestro yo más íntimo; de ese yo que nos parece irrenunciable. También nuestra vida personal ha de seguir esperando la venida plena del Señor Jesús

LA ACTUALIZACIÓN DEL ACONTECIMIENTO DE CRISTO

Nuestra esperanza, abierta de este modo hacia las metas de la Parusía final, se centra eminentemente en la fiesta de Navidad. En la fiesta de Navidad, en efecto, se concentra y actualiza, al nivel del misterio sacramental, la plenitud de la venida de Cristo; de la venida histórica, realizada ya, de la cual Navidad es «memoria», y de la venida última, de la Parusía, de la cual Navidad es «anticipación» gozosa y escatológica.

Por eso, nuestra espera no es una ficción provocada por cualquier sistema de autosugestión psicológica o afectiva. Esperamos realmente la venida del Señor, porque tenemos conciencia de la realidad indiscutible de su venida y de su presencia en el marco de la celebración cultual de la fiesta. Al nivel del misterio cultual —que es nivel de fe— se aunan y actualizan el acontecimiento histórico de la venida de Cristo y su futura Parusía, cuya realidad plena sólo tendrá lugar al final de los tiempos.

No solamente en Navidad. En cada misa, en el «ahora» de cada celebración eucarística se actualiza el misterio gozoso de la venida y de la presencia salvífica del Señor entre nosotros.

Nuestra espera tiene pues un sentido. La explosión de GRACIA y de LUZ que tiene lugar en la fiesta de NAVIDAD es como el punto culminante de la espera, en el que ésta se consuma y plenifica.

LOS MODELOS DE LA ESPERA MESIANICA

Juan Bautista

Durante el Adviento la Iglesia pone en nuestros labios las palabras ardientes, los gritos de ansiedad de los grandes personajes que, a lo largo de la historia santa, han protagonizado más intensamente la esperanza mesiánica. No se trata de remedar materialmente la actitud interior de estos hombres, como quien representa un personaje en una obra de teatro. La espera continúa. La salvación mesiánica no es todavía una realidad plena. Por eso, esos grandes hombres siguen siendo hoy día como los portavoces en cuyo grito de ansiedad se encarna todo el ardor de la esperanza humana.

El primero de estos protagonistas es ISAÍAS. Nadie, mejor que él, ha encarnado tan al vivo el ansia impaciente del mesianismo veterotestamentario a la espera del Rey Mesías. Después JUAN BAUTISTA. el Precursor, cuyas palabras de invitación a la «penitencia», dirigidas también a nosotros, cobran una vigorosa actualidad durante las semanas del Adviento. Y, finalmente, MARÍA, la Madre del Señor. En ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del mesianismo hebreo.

VIRGEN DEL ADVIENTO 2
Virgen del signo, Monasterio de la Asunción

La espera continúa. Continuará hasta elfinal de los tiempos. Hasta entonces Isaías, Juan Bautista y María seguirán siendo los grandes modelos de la esperanza y en sus palabras seguirá expresándose el clamor angustioso de la Iglesia y de la humanidad ansiosa de redención.

Extracto del artículo de J. BERNAL, «Espíritu y Dimensiones del Adviento» publicado en la Revista Dossiers CPL 2, Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona