La parábola del hombre rico y lázaro. Elenca Cherkasova
“Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino…y un mendigo, llamado Lázaro estaba echado en su portal”. (Lc. 16, 19-31).
El Evangelio de hoy describe la tragedia amarga que se repite, en la historia de la humanidad. Jesús ha tenido una gran lucidez para señalar uno de los mayores obstáculos que impiden la fraternidad humana: El afán de tener que se apodera de todos nosotros y que genera la injusticia social.
En la parábola aparecen detalles interesantes: Para empezar, “el rico” no tiene nombre. No tener nombre en la cultura semita significa no tener una identidad profunda. Ha perdido el nombre, porque ha construido su vida en el vacío. Además, “viste de púrpura y de lino”. La púrpura era un tinte muy caro utilizado por los reyes, y el lino era un tejido que utilizaban los ricos… “Banqueteaba espléndidamente cada día”, es decir, reducía la vida a la diversión, y, esa vida así le impedía ver la realidad del pobre Lázaro.
El mendigo, el pobre, sin embargo, no tiene nada, pero tiene un Nombre, se llama Lázaro, que en hebreo quiere decir: “Mi Dios es ayuda”. Es decir, Lázaro es aquél que pone su confianza en Dios. Además, este pobre es un mendigo y su cuerpo no está cubierto por delicados vestidos, sino por llagas y no tiene acceso a la fiesta del rico.
Dice el texto que el mendigo “estaba echado en su portal cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico”. Existía la obligación moral en la cultura judía de recoger los trozos de pan caídos al suelo y Lázaro ni siquiera tenía acceso a las sobras caídas bajo la mesa.
Así que nos encontramos con dos figuras de contraste: “el rico”, que lleva una vida llena de placeres, vestido de púrpura y lino, y “el pobre”, que ni siquiera puede tomar las migajas que los comensales tiran de la mesa, “el mendigo” está acompañado de los perros (animales impuros), más compasivos que el rico.
Podemos decir que en esta parábola está reflejada nuestra sociedad y de la situación de nuestro mundo actual. “Había un hombre” … envuelto en lujos que despilfarraba y montaba viajes de placer, estaba a lo último en telefonía, lo tenía todo. Y “un mendigo” … millones de seres humanos que padecen hambre y miseria, llamado… Somalia, Haití, Honduras, América latina, África, los miles de inmigrantes que cruzan el mar, los más de 4 millones de refugiados sirios., ese es hoy el pobre Lázaro, que yace a nuestra puerta. Cada uno puede hacer la transcripción con sus propias palabras: grandes masas de seres humanos están esperando participar al menos de las migajas de los bienes de la tierra. Sí, Lázaro, representa a millones de pobres en todo el mundo.
La muerte llega a ambos y según las creencias religiosas de aquel tiempo el mendigo “es llevado por los ángeles al seno de Abraham”, símbolo de una vida que continúa hacia la esperanza y el rico, por el contrario, “se murió y lo enterraron… ¿Que quiere decir esto? Quiere decir, que su vida termina vacía de amor y de sentido. Lo que se produce con la muerte es una completa inversión de las situaciones. Pero hay que advertir que la parábola no es sobre el “más allá” sino sobre el “más acá” de nuestra vida. Hoy tendríamos que preguntarnos: ¿Cual es mi actitud ante los necesitados? ¿Veo el dolor de los que están cerca ó estoy ciego?
La clave de todo el relato de la parábola es que el rico no descubrió a Lázaro que estaba a la puerta, deseando las migajas que caían de la mesa. Ciertamente, esta parábola es una advertencia seria de Jesús, de forma simbólica, en el lenguaje de la gente sencilla y de las creencias religiosas de la época. Esta parábola nos recuerda que no podemos pensar en gozar de la vida y olvidarnos de vivir de verdad. Se pueden amasar fortunas tranquilizadoras, acumular experiencias compensatorias, vivir aturdidos por el éxito y fracasar en la empresa de llegar a ser plenamente uno mismo. Lograr una vida con sentido.
En la vida de Jesús, rostro de la misericordia del Padre, se nos revela que Dios está al lado de los pobres y de todos los Lázaros del mundo. Es verdad que Jesús manifiesta una predilección por todos los que necesitaban liberación, entre ellos los pobres; pero también admitió la visita de Nicodemo, era amigo de Lázaro, aceptó la invitación de Mateo, acogió con simpatía a Zaqueo, fue a comer a casa de un fariseo rico, etc.
El que acoge en su corazón a Jesús y su Evangelio no puede organizar su vida centrado en sí mismo, sino que necesita aprender a compartir y solidarizarse con los necesitados. La solidaridad entendida simplemente como ayuda caritativa, pero que no cuestiona el sistema injusto, es una solidaridad a medias porque permite que todo siga igual.
Nuestra oración hoy puede ser: Señor, más de la mitad de la humanidad anda como Lázaro, buscando las migajas que dejan caer los ricos, todos están a la puerta de nuestra sociedad del bienestar, esperando las sobras y Tú estas con ellos, danos un corazón abierto a compartir y que nuestra confianza esté en Ti, el único que llena nuestra vida de esperanza y de sentido.
P. Benjamín García Soriano