Celebramos con solemnidad la fiesta de Epifanía y antes de la oración de la noche o «completas» este año nos reunimos en la iglesia y asistió mucha gente, vecinos y niños para adorar al niño cantando villancicos y con la presencia de los 3 reyes magos.
Pintura sobre la Epifanía del Señor, encargo hecho al Monasterio para el mural de la capilla del colegio Espíritu Santo en San Antonio
REFLEXIÓN SOBRE LA EPIFANIA EN TORNO A LA PINTURA
Se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: “Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los sencillos.
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: “¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron (Lc 10, 21).
La pintura representa la Epifanía del Señor, la manifestación o revelación del Hijo de Dios que quiso nacer entre nosotros. Una manifestación y una revelación está siempre orientado a un espectador, a un receptor: en esta pintura los testigos de esta revelación son los REYES, representando a todos los pueblos de la tierra; los SENCILLOS, aquellos que abren su corazón a las cosas de Dios y que son capaces de adorar; y la CREACIÓN entera, sugiriendo la profecía de Isaías 11[1], Dios quiere restablecer en el hombre, por medio de Jesucristo, la armonía que tenía en el paraíso con todas las criaturas. Es por eso que todos los animales están atentos a tan grande suceso. Pelícanos, gaviotas, garzas, lobo de mar, son animales comunes en San Antonio, y eso los hace más familiar para los niños.
La frase del Evangelio de San Lucas es expresada por Jesús en otro contexto pero su contenido se puede relacionar con esta revelación. Jesús se alegra -con esa alegría que sólo sabe dar el Espíritu Santo- admirado de los designios de Dios, que se hace VER, se MANIFIESTA, se REVELA no a los que están llenos de sí mismos, de sus conocimientos, los autosuficientes, sino a los pequeños, a los sencillos, que son capaces de reconocer su propia pobreza y se dejan sorprender por la grandeza de Dios, por su humildad, por su amor. El Evangelio dice que Jesús luego se dirige a sus discípulos, que somos todos nosotros, y nos llama bienaventurados, ya que vemos y oímos, por la fe, todo lo que Israel esperó por tanto tiempo: al Mesías, al Dios con nosotros, es decir al Emmanuel.
Encontramos la presencia del Espíritu Santo en forma de paloma. Es siempre el Espíritu quien guía a la Iglesia y conduce a los fieles. Este pequeño grupo puede ser una familia, o alumnos con profesores, que son guiados por el Espíritu para ir al pesebre a adorar a Dios hecho niño. Algunos llevan regalos, como se suele hacer cuando se va a visitar a un recién nacido. Los regalos son sencillos: flores y frutas. Son para una familia pobre y humilde como los son José, María y el Niño, quienes saben reconocer el amor de Dios hasta en los pequeños detalles. Uno de los niños, tiene en su mano una flor especial, una flor blanca que es símbolo de la pureza de su alma, alma que solo se hace pura al recibir la misericordia de Dios que se experimenta cuando se nos perdonan los pecados.
A diferencia de otras representaciones, el pesebre no es una cueva o un establo de animales, sino una especie de construcción entre los árboles de un bosque. De seguro San José siempre puso sus dotes de carpintero al servicio de la Sagrada Familia y esto quiere transmitir el dibujo: José improvisó en medio del bosque una estructura para dar un techo a María y al Niño. ¿no habrá improvisado también una cunita para Jesús en el pesebre de Belén con los pocos elementos que habrá encontrado a la mano? Su oficio se quiere señalar con las herramientas que están a un lado, serruchos, clavos y martillo.
Las ovejas son una imagen bíblica muy importante. En el Antiguo Testamento representan a Israel como pueblo que pertenece exclusivamente a Dios, Él es su pastor, quien los guía en su camino por el desierto hacia la tierra prometida. Jesús en el Evangelio retoma esta imagen conocida para todo israelita, para mostrar el amor y la misericordia de Dios, sobre todo en la parábola de la oveja perdida, que al encontrarla contento pone sobre sus hombros (cf. Lc 15, 4-7). Las ovejas reconocen la voz de su pastor, de ahí que representa al verdadero discípulo de Jesús que sabe escuchar su palabra y dejarse conducir por ella.
La oveja, el cordero, es símbolo también de mansedumbre, pues cuando son sacrificados se mantienen en silencio (cf. Jr 11, 19). Por ello también es imagen de Jesús, que se entregó a la muerte sin poner resistencia perdonando incluso a quienes lo mataban y se burlaban de Él.
Es común que la estrella esté presente en las representaciones sobre la Epifanía, pues es la que guió a los sabios desde Oriente: Vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo (Mt 2, 2). ¡Hasta los astros señalan a Cristo! Se dice que este acontecimiento pone fin a la astrología, la antigua ciencia de los astros que pretendía predecir los sucesos a través de sus movimientos y que veía en ellos poderes divinos, ya que los Reyes se postran ante Jesús adorándolo. Han encontrado al Dios verdadero, al autor del universo. Los regalos que le traen lo manifiestan:
Oro: significa la realeza de Cristo
Incienso: significa su divinidad
Mirra: anuncia su misterio pascual, su sufrimiento redentor. La mirra se usaba para embalsamar a los muertos, Nicodemo llevó mirra para embalsamar el cuerpo de Jesús.
Monasterio de la Asunción de Santa María, Rengo
[1] Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.
Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de
Yahveh, como cubren las aguas el mar (Is 11, 6-9).