Grabado en madera, Frères Deckherr, s.XIX
De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro
GUARDA MI ALMA EN LA PAZ, canta el Salmo de esta fiesta de la Asunción de María o de la Dormición, como la llaman los orientales, o de la Coronación de María por la mano de su Hijo, Cristo o a su derecha, en el cielo, como la describen los antiguos mosaicos o salterios iluminados.
Es precioso tener como patrona y ejemplo, como madre y como primicia de los seres humanos, a María que nos anticipa en ese paso a la Gloria del Padre a la que todos estamos llamados.
Guarda mi alma en la PAZ. Esta Paz que es responsabilidad universal y como dice San Juan Pablo II: No existe la paz sin una incansable determinación por conseguirla, sin un amor apasionado por la Paz, sin buscar un lenguaje de Paz… esa paz que solo «María Asunta» puede regalarnos. Si, es un tema tan benedictino, he querido unir esta fiesta a este «busca la paz y síguela», de nuestra Regla de San Benito, deseándola vivir al alero de la Virgen, es ella el gran modelo de HUMILDAD, SENCILLEZ Y SERVICIO, TAN PROPIOS O DESEABLES PARA NUESTRA VIDA MONASTICA.
María, guárdanos en la paz… Acojámonos a su amparo. Ella que aplastó al dragón y está coronada de 12 estrellas. Ella, Arca de la Alianza. Ella, signo de esperanza y de consuelo. Cantemos y alabémosle con el Magnificat y con las antífonas de hoy. ¿Quien es esa que asciende cual aurora celeste…? La Virgen María ha sido elevada al cielo, los ángeles se alegran y bendicen al Señor. Alegrémonos porque reina con Cristo para siempre.
En este momento de turbación general, de pandemia, de dolor, de ausencia, compartamos el asombro que experimentaron los apóstoles ante la tumba vacía. Y, como ellos, abramos nuestro corazón a la esperanza y elevemos confiadamente nuestra mirada hacia los cielos, donde el coro de los ángeles acompaña y celebra la coronación de la Madre.
+M. Alejandra