La Comunidad en la oración del Via Crucis por el claustro del Monasterio, Semana Santa 2021
Este 16 de junio, se cerró el ciclo de catequesis del Papa Francisco, sobre la ORACIÓN, iniciado en el año 2020. ¡Hay mucho que recoger! Recomendamos esta síntesis que publicó Vatican News. Puedes leer un tema cada día.
1.- El misterio de la oración
Era el miércoles 6 de mayo de 2020. El mundo está sacudido por la difícil situación mundial provocada por la pandemia. Durante la Audiencia General, en la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa Francisco se detiene en el «misterio de la oración». «Hoy -subraya el Pontífice- iniciamos un nuevo ciclo de catequesis sobre el tema de la oración. La oración es el aliento de la fe, es su expresión más propia. El Papa recuerda la historia de Bartimeo, un personaje del Evangelio. Es ciego y se sienta a mendigar al lado del camino. Se da cuenta por la multitud de que Jesús no está lejos y grita: «¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!».
Más fuerte que cualquier argumento en contra, en el corazón del hombre hay una voz que clama. Todos tenemos esa voz interior. Una voz que sale espontáneamente, sin que nadie se lo ordene, una voz que cuestiona el sentido de nuestro camino aquí abajo, especialmente cuando nos encontramos en la oscuridad: «¡Jesús, ten piedad de mí! Jesús, ten piedad de mí». Esta es una hermosa oración.
2.- La oración del cristiano
El 13 de mayo de 2020, el Papa reflexionó sobre las características de la oración cristiana. «La oración del cristiano -recuerda el Pontífice durante la catequesis- entra en relación con el Dios del rostro más tierno, que no quiere infundir ningún miedo a los hombres». «Dios es el amigo, el aliado, el cónyuge. En la oración se puede establecer una relación de confianza con Él».
La oración -subraya el Papa- es de todos y «nace en el secreto de nosotros mismos, en ese lugar interior que los autores espirituales suelen llamar el corazón».
La oración es un impulso, es una invocación que va más allá de nosotros mismos: algo que nace en lo más profundo de nuestra persona y llega, porque siente la nostalgia de un encuentro. Esa nostalgia que es más que una necesidad, más que una necesidad: es un camino. La oración es la voz de un «yo» que va a tientas, que procede a tientas, en busca de un «tú». El encuentro entre el «yo» y el «tú» no se puede hacer con calculadoras: es un encuentro humano y muchas veces procedemos a tientas para encontrar el «tú» que mi «yo» está buscando.
3.- El misterio de la Creación
En su tercera Audiencia General dedicada a la oración, el 20 de mayo de 2020, el Papa Francisco destacó que el misterio de la Creación debe generar en nosotros un canto de alabanza. La oración, dice, «es la primera fuerza de la esperanza».
«La belleza y el misterio de la Creación -subraya Francisco- generan en el corazón del hombre la primera moción que suscita la oración.
La oración del hombre está estrechamente ligada al sentimiento de asombro. La grandeza del hombre es infinitesimal en comparación con las dimensiones del universo. Sus mayores logros parecen muy poco… Pero el hombre no es nada. En la oración se afirma poderosamente el sentimiento de misericordia. Nada existe por casualidad: el secreto del universo está en la mirada benévola que alguien encuentra en nuestros ojos.
4.- La oración del justo
En la Audiencia General del 27 de mayo de 2020, el Papa Francisco recordó que mientras el mal se extiende como un incendio, la oración de los justos es capaz de devolver la esperanza y es «una cadena de vida.»
«La oración abre la puerta a Dios, transformando nuestro corazón, tantas veces de piedra, en un corazón humano». La señal de la cruz, subrayó el Papa, es la primera oración.
La oración es una cadena de vida, siempre: tantos hombres y mujeres que rezan, siembran vida. La oración siembra vida, la pequeòa oración: por eso es tan importante enseñar a los niños a rezar. Me duele cuando encuentro niños que no saben hacer la señal de la cruz. Hay que enseñarles a hacer bien la señal de la cruz, porque es la primera oración. Es importante que los niños aprendan a rezar. Luego, tal vez, se olviden, tomen otro camino; pero las primeras oraciones aprendidas de niño permanecen en el corazón, porque son una semilla de vida, la semilla del diálogo con Dios.
5.- La oración de Abraham
El Papa dedica la Audiencia General del 3 de junio de 2020 a la oración de Abraham. Del Patriarca, afirma Francisco, hay que aprender a rezar con fe, «a dialogar hasta discutir con Dios».
«Hay una voz -recuerda el Papa- que de repente resuena en la vida de Abraham. Una voz que le invita a emprender un viaje que parece absurdo: una voz que le insta a desarraigarse de su tierra, de las raíces de su familia, para ir hacia un nuevo futuro, un futuro diferente».
Y Abraham se pone en marcha. Escucha la voz de Dios y confía en su palabra. Esto es importante: confía en la palabra de Dios. Y con su partida nace una nueva forma de concebir la relación con Dios; por eso el patriarca Abraham está presente en las grandes tradiciones espirituales judías, cristianas e islámicas como el hombre perfecto de Dios, capaz de someterse a Él, incluso cuando su voluntad resulta ardua, si no incluso incomprensible. Abraham es, pues, el hombre de la Palabra. Cuando Dios habla, el hombre se convierte en el receptor de esa Palabra y su vida en el lugar donde ésta pide encarnarse.
6.- La oración de Jacob
En la Audiencia General del 10 de junio de 2020, el Papa continúa su reflexión sobre la oración hablando de la figura de Jacob que «lucha con Dios» una noche entera y sale cambiado: de ser un hombre astuto «impermeable a la gracia», se descubre frágil y envuelto por la misericordia divina.
«Jacob -recuerda Francisco- no tiene nada que presentar a Dios sino su fragilidad y su impotencia, incluso sus pecados. Y es este Jacob quien recibe la bendición de Dios.
Jacob, antes, estaba seguro de sí mismo, confiaba en su propia astucia. Era un hombre impermeable a la gracia, refractario a la misericordia; no sabía lo que era la misericordia. «¡Aquí estoy, yo mando!», no creía que necesitara piedad. Pero Dios salvó lo que estaba perdido. Le hizo ver que era limitado, que era un pecador que necesitaba misericordia, y lo salvó.
7.- La oración de Moisés
En la Audiencia General del 17 de junio de 2020, el Papa recorre la vida de Moisés. «Moisés -subraya Francisco- nos incita a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que éste, a pesar de todas sus fragilidades, pertenece siempre a Dios.» «Moisés -subraya Francisco- nos incita a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que éste, a pesar de toda su fragilidad, pertenece siempre a Dios.»
La Escritura, recuerda el Papa, representa habitualmente a Moisés «con las manos extendidas hacia arriba, hacia Dios, casi como para hacer de puente con su propia persona entre el cielo y la tierra».
Incluso en los momentos más difíciles, incluso el día en que el pueblo repudió a Dios y a sí mismo como su guía para hacerse un becerro de oro, Moisés no tuvo ganas de dejar de lado a su pueblo. Son mi gente. Son su gente. Son mi gente. No niega a Dios ni al pueblo. Y le dice a Dios: «Este pueblo ha cometido un gran pecado: se ha hecho un dios de oro. Pero ahora, si quieres perdonar su pecado…. Si no, bórrame de tu libro que has escrito». (Ex 32:31-32). Moisés no hace un trueque con el pueblo. Él es el puente, el intercesor. Ambos, el pueblo y Dios, y él está en el medio. No vende a su gente para hacer carrera. No es un escalador, es un intercesor: por su pueblo, por su carne, por su historia, por su gente y por Dios que lo llamó. Él es el puente.
8.- La oración de David
Es una fuerte exhortación a la oración en cualquier circunstancia la que el Papa dirige en la Audiencia General del 24 de junio de 2020 siguiendo los pasos de la figura de David. «La oración nos da nobleza: es capaz de asegurar una relación con Dios, que es el verdadero Compañero de viaje del hombre, en medio de las miles de adversidades de la vida, buenas o malas».
En la vida de David -subraya el Papa- hay un hilo rojo «que da unidad a todo lo que sucede: su oración».
David el santo, reza; David el pecador, reza; David el perseguido, reza; David el perseguidor, reza; David la víctima, reza. Incluso David, el verdugo, reza. Este es el hilo rojo de su vida. Un hombre de oración. Esa es la voz que nunca se apaga: tanto si adopta los tonos del júbilo, como los del lamento, es siempre la misma oración, sólo cambia la melodía. Y así David nos enseña a dejar que todo entre en diálogo con Dios: la alegría como la culpa, el amor como el sufrimiento, la amistad como la enfermedad. Todo puede convertirse en una palabra dirigida al «Tú» que siempre nos escucha.
9.- La oración de Elías
Con la Audiencia General del 7 de octubre de 2020 el Papa Francisco retoma sus catequesis sobre la oración, interrumpidas por aquellas sobre el cuidado de la creación. Las palabras del Pontífice giran en torno a «uno de los personajes más convincentes de toda la Sagrada Escritura: el profeta Elías». «Cuánta necesidad -dice Francisco- tenemos de creyentes, de cristianos celosos, que actúen frente a las personas que tienen responsabilidad de liderazgo con la valentía de Elías, para decir: ‘¡Esto no se debe hacer! Esto es un asesinato».
La historia de Elías, recuerda el Papa, «parece escrita para todos nosotros».
Algunas noches podemos sentirnos inútiles y solos. Es entonces cuando la oración vendrá a llamar a la puerta de nuestro corazón. Todos podemos recoger un trozo del manto de Elías, como su discípulo Eliseo recogió la mitad de su manto. Y aunque hayamos hecho algo malo, o nos sintamos amenazados y con miedo, si volvemos a Dios con la oración, la serenidad y la paz volverán como por milagro. Esto es lo que nos enseña el ejemplo de Elías.
10 y 11.- La oración de los Salmos
En la Audiencia General del 14 de octubre de 2020, el Papa dedicó su catequesis al Libro de los Salmos, el libro que enseña a rezar. En los Salmos, subraya Francisco, «el creyente encuentra una respuesta».
Quien reza -recuerda el Papa- no se engaña: sabe que tantas cuestiones de la vida aquí abajo quedan sin resolver, sin salida; el sufrimiento nos acompañará y, superada una batalla, habrá otras que nos esperan. Sin embargo, si se nos escucha, todo se hace más llevadero».
Lo peor que puede pasar es sufrir en el abandono, sin ser recordado. La oración nos salva de esto. Porque puede ocurrir, y a menudo, que no entendamos los planes de Dios. Pero nuestros gritos no se estancan aquí abajo: se elevan hasta Aquel que tiene un corazón de Padre, y que llora Él mismo por cada hijo e hija que sufre y muere. Te diré algo: me hace bien, en los malos momentos, pensar en las lágrimas de Jesús, cuando lloró mirando a Jerusalén, cuando lloró ante la tumba de Lázaro. Dios lloró por mí, Dios llora, llora por nuestras penas.
En la catequesis de la Audiencia General del 21 de octubre de 2020, el Pontífice concluyó su reflexión sobre los Salmos subrayando que el Salterio nos enseña a invocar a Dios por nosotros, pero también por nuestros hermanos y por el mundo. Atraer la atención del Santo Padre, durante la catequesis, es en particular el llanto de un niño. «Es la voz -afirmó el Papa- que atrae la ternura de Dios» hacia nosotros y con nosotros.
12.- Jesús, el hombre de la oración
En la Audiencia General πdel 28 de octubre de 2020 el itinerario de la catequesis sobre la oración, después de haber pasado por el Antiguo Testamento, llega a Jesús. «El comienzo de su misión pública -recuerda Francisco- tiene lugar con su bautismo en el río Jordán». «Si nos parece que la vida ha sido completamente inútil -añade el Papa-, debemos suplicar en ese instante que la oración de Jesús se convierta también en la nuestra.
Jesús, subraya el Pontífice, «reza con nosotros». Y al rezar, «abre la puerta del cielo, y de esa brecha desciende el Espíritu Santo».
En el torbellino de la vida y del mundo que vendrá a condenarlo, incluso en las experiencias más duras y tristes que tendrá que soportar, incluso cuando experimenta que no tiene dónde reclinar la cabeza (cf. Mt 8,20), incluso cuando el odio y la persecución se desatan a su alrededor, Jesús nunca se queda sin el refugio de una morada: habita eternamente en el Padre. Esta es la grandeza única de la oración de Jesús: el Espíritu Santo toma posesión de su persona y la voz del Padre atestigua que él es el amado, el Hijo en el que se refleja plenamente.
13.- Jesús Maestro de Oración
En su Audiencia General del 4 de noviembre de 2020, el Papa Francisco insta a redescubrir a Jesucristo como maestro de oración. El Pontífice subraya que «toda persona necesita un espacio para sí misma, donde pueda cultivar su vida interior, donde las acciones encuentren sentido». «Durante su vida pública», añade, «Jesús recurre constantemente al poder de la oración.
«La oración de Jesús -recuerda el Papa- es el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y vuelve a Él.
A veces los seres humanos nos creemos dueños de todo, o por el contrario perdemos toda la autoestima, vamos de un lado a otro. La oración nos ayuda a encontrar la dimensión adecuada, en relación con Dios, nuestro Padre, y con toda la creación. Y la oración de Jesús es finalmente el abandono en las manos del Padre, como Jesús en el Huerto de los Olivos, en aquella angustia: «Padre, si es posible…, pero hágase tu voluntad». Abandono en las manos del Padre. Es hermoso cuando estamos agitados, un poco preocupados, y el Espíritu Santo nos transforma por dentro y nos lleva a este abandono en las manos del Padre: Padre, que se haga tu voluntad.
14.- Oración perseverante
«Continuamos la catequesis sobre la oración. Alguien me dijo: Hablas demasiado de la oración. No es necesario. Sí, es necesario. Porque si no rezamos, no tendremos fuerzas para seguir adelante en la vida. La oración es como el oxígeno de la vida». «La oración es atraer sobre nosotros la presencia del Espíritu Santo que siempre nos lleva adelante. Por eso hablo tanto de la oración». Con estas palabras se abre la catequesis del 11 de noviembre de 2020. «El cristiano que reza -subraya el Papa- no teme nada.
«Jesús -recuerda el Papa- dio un ejemplo de oración continua, practicada con perseverancia.
Cristo lo es todo para nosotros, incluso en nuestra vida de oración. San Agustín lo dijo con una expresión iluminadora, que también encontramos en el Catecismo: Jesús «reza por nosotros como nuestro sacerdote; reza en nosotros como nuestra cabeza; es rezado por nosotros como nuestro Dios. Reconozcamos, pues, en Él nuestra voz, y en nosotros la suya». Por eso, el cristiano que reza no teme nada; se confía al Espíritu Santo, que nos ha sido dado como don y que reza en nosotros, suscitando la oración. Que el mismo Espíritu Santo, Maestro de la oración, nos enseñe el camino de la oración.
15.- La Virgen María, una mujer que reza
En la Audiencia General del 18 de noviembre de 2020, el Papa reflexionó sobre María, sobre su estilo al dirigirse a Dios con un corazón humilde: «Señor, lo que quieras, cuando quieras y como quieras».
«Todo lo que le sucede a María -subrayó Francisco- acaba teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, así como los momentos más oscuros, en los que también ella se esfuerza por comprender por qué caminos debe pasar la Redención.
Alguien ha comparado el corazón de María con una perla de incomparable esplendor, formada y pulida por la paciente aceptación de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración. ¡Qué maravilla si nosotros también pudiéramos parecernos un poco a nuestra Madre! Con un corazón abierto a la Palabra de Dios, con un corazón silencioso, con un corazón obediente, con un corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer como una semilla para el bien de la Iglesia.
16.- La oración de la Iglesia naciente
En la Audiencia General del 25 de noviembre de 2020, el Papa se detuvo en la primera comunidad cristiana descrita en los Hechos de los Apóstoles. Una comunidad que vive y «persevera en la oración». «La Iglesia -afirma- es obra del Espíritu Santo».
«La vida de la Iglesia primitiva -recuerda el Papa- está jalonada por una continua sucesión de celebraciones, convocatorias, tiempos de oración tanto comunitaria como personal. Y es el Espíritu el que da fuerza a los predicadores que se ponen en marcha, y que por amor a Jesús surcan los mares, afrontan los peligros, se someten a la humillación».
Dios da amor, Dios pide amor. Esta es la raíz mística de toda la vida creyente. Los primeros cristianos en la oración, pero también nosotros, que llegamos varios siglos después, vivimos la misma experiencia. El Espíritu lo anima todo. Y todo cristiano que no tenga miedo de dedicar tiempo a la oración puede hacer suyas las palabras del apóstol Pablo: «Esta vida que vivo en el cuerpo, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,20). (Gálatas 2:20). La oración te hace consciente de ello. Sólo en el silencio de la adoración experimentamos la plena verdad de estas palabras. Debemos retomar el sentido de la adoración. Adorar, adorar a Dios, adorar a Jesús, adorar al Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu: adorar. En silencio.
17.- La bendición
En la catequesis del 2 de diciembre de 2020 el Papa Francisco se detiene en una dimensión esencial de la oración: la bendición. «En los relatos de la creación -recuerda el Pontífice- Dios bendice continuamente la vida, siempre. Bendice a los animales, bendice al hombre y a la mujer, y finalmente bendice el sábado, el día de descanso y disfrute de toda la creación. Es Dios quien bendice». Francisco insta a no maldecir, sino a bendecir.
«No podemos sólo bendecir -dice el Papa- a este Dios que nos bendice, debemos bendecir todo en Él, a todos los hombres, bendecir a Dios y bendecir a los hermanos, bendecir al mundo: ésta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecido y la capacidad de bendecir.
Este mundo necesita bendiciones y nosotros podemos dar y recibir bendiciones. El Padre nos ama. Y lo único que nos queda es la alegría de bendecirle y la alegría de agradecerle, y de aprender de Él a no maldecir, sino a bendecir. Y aquí sólo una palabra para la gente que está acostumbrada a maldecir, la gente que siempre tiene en su boca, incluso en su corazón, una palabra fea, una maldición. Cada uno de nosotros puede pensar: ¿tengo esta costumbre de maldecir así? Y pedir al Señor la gracia de cambiar este hábito porque tenemos un corazón bendito y de un corazón bendito no puede salir una maldición. Que el Señor nos enseñe a no maldecir sino a bendecir.
18.- Oración de petición
No debemos escandalizarnos si sentimos la necesidad de rezar, no nos avergoncemos. Y, sobre todo, cuando estamos necesitados, pide…. Este es uno de los pasajes centrales de la catequesis del 9 de diciembre de 2020 centrada en la «oración de petición». La alabanza y la súplica, subraya el Papa, son los dos elementos que tienen cabida en la oración cristiana.
«Incluso nuestras preguntas balbuceantes, aquellas que permanecen en lo más profundo de nuestro corazón, que incluso nos avergüenza expresar -añade Francisco-, el Padre las escucha y quiere darnos el Espíritu Santo, que anima toda oración y lo transforma todo.
Es una cuestión de paciencia, siempre, de aguantar la espera. Estamos en el tiempo de Adviento, un tiempo típicamente de espera de la Navidad. Estamos esperando. Esto se puede ver bien. Pero toda nuestra vida está también en la espera. Y la oración siempre espera, porque sabemos que el Señor responderá. Incluso la muerte tiembla cuando un cristiano reza, porque sabe que todo orante tiene un aliado más fuerte que él: el Señor Resucitado. La muerte ya ha sido derrotada en Cristo, y llegará el día en que todo será definitivo, y ella ya no se burlará de nuestra vida y nuestra felicidad.
19.- Oración de intercesión
Es la oración de intercesión que centra la reflexión del Papa Francisco en la Audiencia General del 16 de diciembre de 2020. Francisco se detiene en la oración de intercesión. «La oración -dice el Pontífice- sólo se hace con espíritu de amor. Quien no ama finge que ora, o cree que ora, pero no ora, porque le falta el espíritu mismo que es el amor». La oración -dice el Pontífice- sólo se hace con espíritu de amor. El que no ama finge que reza, o cree que reza, pero no reza, porque le falta el mismo espíritu que es el amor».
«Tratemos -subrayó el Santo Padre- de ser hombres y mujeres que hagan suyas las alegrías y los sufrimientos, las esperanzas y las angustias de la humanidad, en la oración de intercesión».
La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, intercediendo por los demás. En particular, es el deber de todos los que tienen un papel de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de comunidades… Como Abraham y Moisés, a veces deben «defender» ante Dios a las personas que les han sido confiadas. En realidad, se trata de mirarlas con los ojos y el corazón de Dios, con su propia e invencible compasión y ternura. Orar con ternura por los demás.
20.- Oración de agradecimiento
«No dejemos de dar las gracias: si somos portadores de gratitud, incluso el mundo se vuelve mejor, quizá sólo un poco, pero eso es suficiente para darle un poco de esperanza. Todo está unido y vinculado, y cada uno puede hacer su parte donde está». En su audiencia general del 30 de diciembre de 2020, el Papa Francisco centró su catequesis en la oración de acción de gracias e instó a cultivar la «alegría» alimentada por la «alegría del encuentro con Jesús.» «El diablo, en cambio, después de habernos engañado, siempre nos deja tristes y solos».
«Si somos portadores de gratitud», dice el Papa, «incluso el mundo se vuelve mejor, quizá sólo un poco, pero eso es suficiente para transmitirle un poco de esperanza». El mundo necesita esperanza
Y con la gratitud, con esta actitud de dar las gracias, transmitimos un poco de esperanza. Todo está unido, todo está vinculado, y cada uno puede hacer su parte donde está. El camino de la felicidad es el que describe San Pablo al final de una de sus cartas: «Orad sin cesar, dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu» (1T 5,17-19). No apaguen el Espíritu, ¡un hermoso programa de vida! No apagar el Espíritu dentro de nosotros nos lleva a la gratitud.
21.- Oración de alabanza
Es la oración de alabanza en el centro de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general del 13 de enero de 2021 el Papa Francisco subraya la importancia de alabar a Dios incluso en los momentos oscuros de la vida.
«Jesús -añade Francisco- alaba al Padre porque prefiere a los pequeños. «Es lo que Él mismo experimenta, predicando en las aldeas: los «doctos» y los «sabios» permanecen recelosos y cerrados, hacen cálculos; mientras que los «pequeños» se abren y acogen el mensaje.»
También nosotros debemos alegrarnos y alabar a Dios porque la gente humilde y sencilla acepta el Evangelio. Me alegro cuando veo a estas personas sencillas, a estas personas humildes que peregrinan, que van a rezar, que cantan, que alaban, personas que quizás carecen de muchas cosas, pero su humildad les lleva a alabar a Dios. En el futuro del mundo y en las esperanzas de la Iglesia están siempre los «pequeños»: aquellos que no se consideran mejores que los demás, que son conscientes de sus límites y de sus pecados, que no quieren dominar sobre los demás, que, en Dios Padre, se reconocen como hermanos.
22.- Oración con las Sagradas Escrituras
En la Audiencia General del 27 de enero de 2021, el Papa se detuvo en la oración que se puede hacer «a partir de un pasaje de la Biblia». «Las palabras de la Sagrada Escritura no fueron escritas para quedar aprisionadas en el papiro, el pergamino o el papel, sino para ser recibidas por una persona que reza, haciéndolas brotar en su propio corazón.» «La Biblia -explica el pontífice- no está escrita para una humanidad genérica, sino para nosotros, para mí, para ti, para hombres y mujeres de carne y hueso, hombres y mujeres que tienen nombre y apellido, como yo, como tú.
«La Palabra de Dios -añade el Santo Padre- se hace carne en quien la acoge en la oración.
En algún texto antiguo surge la intuición de que los cristianos se identifican tanto con la Palabra que, aunque quemaran todas las Biblias del mundo, podrían salvar el «molde» de la misma por la huella que ha dejado en la vida de los santos. Esta es una hermosa expresión. La vida cristiana es una obra, al mismo tiempo, de obediencia y de creatividad. Un buen cristiano debe ser obediente, pero también debe ser creativo. Obediente, porque escucha la Palabra de Dios; creativo, porque tiene el Espíritu Santo en su interior que le impulsa a practicarla, a llevarla a cabo.
23.- Rezar en la liturgia
La Audiencia General del 3 de febrero de 2021 está dedicada a la oración en la liturgia «Un cristianismo sin liturgia, me atrevería a decir que quizás – subraya Francisco – es un cristianismo sin Cristo. Sin el Cristo total. Incluso en el rito más escueto, como el que algunos cristianos han celebrado y celebran en lugares de reclusión, o en el escondite de una casa en tiempos de persecución, Cristo se hace verdaderamente presente y se entrega a sus fieles.»
«La oración del cristiano hace suya la presencia sacramental de Jesús». Francisco también recuerda el vínculo entre la oración y la liturgia.
La vida está llamada a convertirse en culto a Dios, pero esto no puede ocurrir sin la oración, especialmente la litúrgica. Este pensamiento nos ayuda a todos cuando vamos a misa: voy a rezar en comunidad, voy a rezar con Cristo que está presente. Cuando vamos a la celebración de un bautismo, por ejemplo, es Cristo allí, presente, quien bautiza. «Pero, padre, esto es una idea, una forma de decir»: no, no es una forma de decir. Cristo está presente y en la liturgia rezas con Cristo que está a tu lado.
24.- Rezar en la vida cotidiana
La oración diaria es el tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del 10 de febrero de 2021. «La oración tiene lugar en la actualidad. Jesús viene a nuestro encuentro hoy, este hoy que estamos viviendo. Y es la oración la que transforma este hoy en gracia, o mejor dicho, nos transforma a nosotros: apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar».
«La oración -dice el Santo Padre- nos ayuda a amar a los demás, a pesar de sus errores y pecados.
La persona es siempre más importante que sus acciones, y Jesús no juzgó al mundo, sino que lo salvó. Es una vida fea la de aquellas personas que siempre están juzgando a los demás, siempre condenando, juzgando: es una vida fea, infeliz. Jesús vino a salvarnos: abre tu corazón, perdona, justifica a los demás, comprende, tú también acércate a los demás, ten compasión, ten ternura como Jesús. Es necesario amar a todas y cada una de las personas, recordando en la oración que todos somos pecadores y al mismo tiempo amados por Dios uno a uno. Amando así este mundo, amándolo con ternura, descubriremos que cada día y cada cosa lleva en sí un fragmento del misterio de Dios.
25 y 26.- La oración y la Trinidad
«¿Por qué el hombre debe ser amado por Dios?». En la audiencia general del 3 de marzo, 2021 Francisco plantea esta y otras preguntas cruciales. ¿Qué Dios está dispuesto a morir por la humanidad? ¿Qué Dios ama siempre y con paciencia, sin esperar ser correspondido? ¿Qué clase de Dios acepta la tremenda falta de gratitud de un hijo que pide su herencia por adelantado y se va de casa despilfarrando todo?
«Gracias a Jesucristo -afirma el Papa- la oración nos abre de par en par a la Trinidad -al Padre, al Hijo y al Espíritu- al inmenso mar de Dios que es Amor».
Es Jesús quien nos abrió el Cielo y nos proyectó a una relación con Dios. Fue Él quien lo hizo: nos abrió esta relación con el Dios Trino: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es lo que afirma el apóstol Juan al concluir el prólogo de su Evangelio: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado» (1,18). Jesús nos ha revelado la identidad, esta identidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En su Audiencia General del 17 de marzo de 2021, el Papa Francisco completa su catequesis sobre la oración como relación con la Santísima Trinidad, particularmente con el Espíritu Santo. «El primer don de toda existencia cristiana -dice el Santo Padre- es el Espíritu Santo. No es uno de los muchos dones, sino el don fundamental. El Espíritu es el don que Jesús prometió enviarnos. Sin el Espíritu no hay relación con Cristo y con el Padre».
27.- Orar en comunión con María
En la Audiencia General del 24 de marzo de 2021 el Papa se detiene en la oración en comunión con la Madre de Jesús. «María -subraya el Pontífice- estuvo y está presente en los días de la pandemia, cerca de las personas que desgraciadamente terminaron su camino terrenal en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María está siempre ahí, a nuestro lado, con su ternura maternal».
Las oraciones dirigidas a María, afirma Francisco, «no son en vano».
Mujer del «sí», que aceptó de buen grado la invitación del Ángel, también responde a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, incluso las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen fuerza para salir pero que Dios conoce mejor que nosotros. Los escucha como una madre. Como y más que cualquier buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, incluso cuando nos enredamos en nuestras cosas y perdemos el sentido de la orientación, y ponemos en peligro no sólo nuestra salud sino nuestra salvación. María está ahí, rezando por nosotros, rezando por los que no rezan. Para rezar con nosotros. ¿Por qué? Porque es nuestra Madre.
28.- Orar en comunión con los santos
«Cuando rezamos, nunca lo hacemos solos: aunque no pensemos en ello, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que nos precede y continúa tras nosotros». El Papa Francisco pronunció estas palabras en su audiencia general del 7 de abril de 2021. «El primer modo -dice el Papa- de afrontar un momento de angustia es pedir a nuestros hermanos, a los santos, sobre todo, que recen por nosotros. El nombre que se nos da en el bautismo no es una etiqueta ni una decoración. No se trata más que de «echarnos una mano» en la vida, de echarnos una mano para obtener de Dios las gracias que más necesitamos».
«Cuando rezamos -subraya el Papa- nunca lo hacemos solos: aunque no pensemos en ello, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que nos precede y continúa después de nosotros.
En las oraciones que encontramos en la Biblia, y que a menudo resuenan en la liturgia, hay un rastro de historias antiguas, de liberaciones prodigiosas, de deportaciones y exilios tristes, de retornos conmovedores, de alabanzas que fluyen ante las maravillas de la creación… Y así estas voces se transmiten de generación en generación, en un continuo entrelazamiento entre la experiencia personal y la del pueblo y la humanidad a la que pertenecemos. Nadie puede desprenderse de su propia historia, de la historia de su propio pueblo; siempre llevamos esta herencia en nuestras costumbres y también en nuestras oraciones.
29.- La Iglesia como maestra de oración
«La Iglesia es una gran escuela de oración. Muchos de nosotros aprendimos a rezar nuestras primeras oraciones sentados en las rodillas de nuestros padres o abuelos. Tal vez apreciamos el recuerdo de nuestra madre y nuestro padre, que nos enseñaron a recitar oraciones antes de dormir». El Papa Francisco pronunció estas palabras al centrar su catequesis del 14 de abril de 2021 en el tema: la Iglesia maestra de la oración. «Todo en la Iglesia -añade- nace en la oración, y todo crece gracias a la oración.
El Papa señala también una tarea esencial de la Iglesia: «rezar y educar para rezar».
Transmitir de generación en generación la lámpara de la fe con el aceite de la oración. La lámpara de la fe que ilumina, que dispone las cosas tal como son, pero que sólo puede encenderse con el aceite de la oración. Si no, se apaga. Sin la luz de esta lámpara, no podríamos ver el camino para evangelizar, es más, no podríamos ver el camino para creer bien; no podríamos ver los rostros de los hermanos para acercarnos y servir; no podríamos iluminar la sala donde nos reunimos en comunidad… Sin fe, todo se derrumba; y sin oración, la fe se apaga.
30.- Oración vocal
En la catequesis de la Audiencia General del 21 de abril de 2021, el Papa reflexiona sobre el valor de la oración vocal. «No caigamos en el orgullo de despreciar la oración vocal», porque «despierta hasta el más adormecido de los corazones».
«La oración -recuerda el Pontífice- es diálogo con Dios; y toda criatura, en cierto sentido, «dialoga» con Dios».
En el ser humano, la oración se convierte en palabra, invocación, canto, poesía…. El Verbo divino se hace carne, y en la carne de cada hombre la palabra vuelve a Dios en la oración. Las palabras son nuestras criaturas, pero también son nuestras madres, y en cierta medida nos dan forma. Las palabras de una oración nos llevan a salvo a través de un valle oscuro, dirigiéndonos a verdes praderas llenas de agua, haciéndonos festejar ante los ojos de un enemigo, como nos enseña a recitar el salmo.
31.- Meditación
En la Audiencia General del 28 de abril de 2021, el Papa se detuvo en «esa forma de oración que es la meditación». «Para un cristiano ‘meditar’ -afirma el Santo Padre- es buscar una síntesis: significa ponerse ante la gran página de la Revelación para tratar de hacerla nuestra, asumiéndola completamente.»
«No hay página del Evangelio -añade el Papa- en la que no haya lugar para nosotros».
Meditar, para nosotros los cristianos, es una manera de encontrarnos con Jesús. Y así, sólo así, encontrarnos de nuevo. Y esto no es un repliegue sobre nosotros mismos, no: ir a Jesús y desde Jesús encontrarnos con nosotros mismos, curados, resucitados, fuertes por la gracia de Jesús. Y conocer a Jesús, salvador de todos, incluso de mí. Y esto gracias a la guía del Espíritu Santo.
32.- Oración contemplativa
En la catequesis del 5 de mayo de 2021, el Papa se detiene en la oración de contemplación. «Ser contemplativo no depende de los ojos, sino del corazón. Y aquí entra en juego la oración, como acto de fe y de amor, como «aliento» de nuestra relación con Dios». «La oración -afirma Francisco- purifica el corazón y, con ella, ilumina también la mirada, permitiendo captar la realidad desde otro punto de vista.
El Papa recuerda también que «la dimensión contemplativa del ser humano -que todavía no es la oración contemplativa- es un poco como la «sal» de la vida: da sabor, da gusto a nuestros días.
Se puede contemplar viendo salir el sol por la mañana, o los árboles que se cubren de verde en primavera; se puede contemplar escuchando música o el canto de los pájaros, leyendo un libro, ante una obra de arte o esa obra maestra que es el rostro humano… Carlo Maria Martini, enviado como obispo a Milán, tituló su primera carta pastoral «La dimensión contemplativa de la vida»: De hecho, quienes viven en una gran ciudad, donde todo -podemos decir- es artificial, donde todo es funcional, corren el riesgo de perder la capacidad de contemplación. Contemplar no es ante todo una forma de hacer, sino que es una forma de ser: ser contemplativo.
33.- La batalla de la oración
En la Audiencia General del 12 de mayo de 2021 El Papa vuelve a presidir la Audiencia General en presencia de los fieles. Sus palabras resuenan, entre los rostros de peregrinos de varios países del mundo, desde el Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico. «Estoy contento de filmar esta reunión cara a cara, porque te digo una cosa: no es agradable hablar delante de la nada, delante de una cámara». Dirigiéndose a los fieles y peregrinos, se detiene en el combate de la oración. Hablando con distancia, volvió a un episodio ocurrido en Argentina. Recordó la historia de una familia. A un padre le dijeron que su hija estaba gravemente enferma a causa de una infección. Según los médicos, no podría pasar la noche. El hombre, llorando, deja a su mujer y a su hija en el hospital. Se sube a un tren y se dirige a la Basílica de Luján donde pasa la noche en oración. Una vez en casa, le dicen que su hija se ha curado inexplicablemente. «La Virgen lo escuchó». «La oración -subrayó el Papa recordando este episodio- obra milagros.
«Siempre -añade el Pontífice- es necesario combatir en la oración para pedir la gracia».
La oración es un combate y el Señor está siempre con nosotros. Si en un momento de ceguera no somos capaces de ver su presencia, tendremos éxito en el futuro. También nos ocurrirá repetir la misma frase que dijo un día el patriarca Jacob: «Ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía» (Gn 28,16). Al final de nuestra vida, mirando hacia atrás, también nosotros podremos decir: «Pensé que estaba solo, pero no: Jesús estaba conmigo». Todos podremos decir esto.
34.- Distracciones, aridez, pereza
En la Audiencia General del 19 de mayo de 2021, el Papa reflexionó sobre su experiencia de oración. Y recuerda «algunas dificultades muy comunes». Se detiene especialmente en la distracción, la aridez y la pereza. «Orar», dice, «no es fácil: hay muchas dificultades que se presentan en la oración. Hay que conocerlos, identificarlos y superarlos». «Hay que aprender a caminar siempre». «El verdadero progreso en la vida espiritual -subraya- no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en ser capaz de perseverar en los momentos difíciles.
El Papa Francisco también nos insta a dirigir la oración del «por qué» al Padre, como hace un niño con su papá.
No olvides la oración del «¿por qué?»: es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no entender las cosas y los psicólogos la llaman «la edad de los porqués», porque el niño pregunta a su padre: «Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…?». Pero cuidado: el niño no escucha la respuesta del papá. El padre empieza a responder y el niño viene con otro por qué. Sólo quiere atraer la mirada de su padre hacia él; y cuando nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir por qué, estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida.
35.- La certeza de ser escuchado
La catequesis del 26 de mayo de 2021 gira en torno a un tema: la certeza de ser escuchado. El Pontífice exhorta a tener la «humilde paciencia de esperar la gracia del Señor, de esperar el último día». «El mal -dice- es señor del penúltimo día: en el último día -afirma el Papa- hay resurrección. «Muchas veces, el penúltimo día es muy malo, porque el sufrimiento humano es malo. Pero el Señor está ahí y en el último día lo resuelve todo».
«Cuando rezamos -explicó el Pontífice- debemos ser humildes: ésta es la primera actitud para ir a rezar.
Cuando oramos debemos ser humildes, para que nuestras palabras sean realmente oraciones y no un vaniloquio que Dios rechaza. También podemos rezar por razones equivocadas: por ejemplo, para derrotar al enemigo en la guerra, sin preguntarnos qué piensa Dios de esa guerra. Es fácil escribir en una pancarta «Dios está con nosotros»; muchos están ansiosos por asegurar que Dios está con ellos, pero pocos se molestan en comprobar si realmente están con Dios. En la oración, es Dios quien debe convertirnos; no somos nosotros quienes debemos convertir a Dios. Es la humildad. Voy a rezar, pero Tú, Señor, convierte mi corazón para pedir lo que es conveniente, para pedir lo que será mejor para mi salud espiritual.
36.- Jesús, modelo y alma de toda oración
«Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros intentos de oración sean completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí». El Papa Francisco en su audiencia general del 2 de junio de 2021 destacó que «el amor y la oración de Jesús por cada uno de nosotros no cesa, es más, se hace más intensa y estamos en el centro de su oración.»
«Lo que sostiene a cada uno de nosotros en la vida -dice el Pontífice- es la oración de Jesús por cada uno de nosotros.
Aunque nuestras oraciones fueran sólo tartamudeantes, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él, yo no sé rezar, pero Él reza por mí. Apoyadas en la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones descansan en alas de águila y se elevan al cielo. No lo olvides: Jesús está rezando por mí – ¿Ahora? – Ahora. En el momento de la prueba, en el momento del pecado, incluso en ese momento, Jesús con tanto amor está rezando por mí.
37.- Perseverar en el amor
En la penúltima catequesis sobre la oración, el Papa Francisco, en la Audiencia General del 9 de junio de 2021, reflexiona sobre la perseverancia en la oración. «Es una invitación, más aún, un mandato que nos viene de la Sagrada Escritura. El itinerario espiritual del peregrino ruso comienza cuando encuentra una frase de San Pablo en la Primera Carta a los Tesalonicenses: «Orad sin cesar, dad gracias en todo» (5,17-18). Las palabras del Apóstol impresionaron al hombre y se preguntó cómo es posible rezar sin interrupción, dado que nuestra vida está fragmentada en tantos momentos diferentes, que no siempre permiten concentrarse». «A partir de esta pregunta comienza su búsqueda, que le llevará a descubrir lo que se llama la oración del corazón. Consiste en repetir con fe: «¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!».
«Una oración que nos aleja de la concreción de la vida -afirma el Pontífice- se convierte en espiritualismo, o peor, en ritualismo». Recordemos que Jesús, después de haber mostrado su gloria a los discípulos en el monte Tabor, no quiso prolongar aquel momento de éxtasis, sino que bajó con ellos del monte y reanudó el camino cotidiano. Porque esa experiencia debía permanecer en sus corazones como luz y fuerza para su fe; también como luz y fuerza para los días que estaban por venir: los de la Pasión. Así, los tiempos dedicados a estar con Dios revitalizan la fe, que nos ayuda en la concreción de la vida, y la fe, a su vez, alimenta la oración, sin interrupción. En esta circularidad entre fe, vida y oración, se mantiene vivo el fuego del amor cristiano que Dios espera de nosotros.
Fuente: Vatican News