Sagrada Familia, Grabado en metal, Monasterio de la Asunción

Lecturas: Eclo 3, 3-7,14-17; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15, 19-23

Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto”. (Mt. 2, 13-25).

Otra vez el ángel se aparece en sueños a José y le invita a actuar. Dios no nos envía sólo sueños, sino que nos invita a poner manos a la obra, para hacer realidad nuestros sueños.

También estas palabras del ángel a José, ponen de relieve el drama humano de la familia de Nazaret que debe huir del país y emigrar, como tantas familias hoy, a un país extraño. Jesús es hijo de emigrantes. Desde niño ha vivido amenazado, como tantos niños y niñas amenazados hoy por el hambre, la miseria, las guerras y los abusos. El Dios que nace en Belén es uno de ellos, un emigrante más.

José recibe en sueños este aviso del ángel: “Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto”: el ángel exige a José dormido que se ponga de nuevo en camino. En Belén ya está en tierra extraña. Se podría pensar que está contento de poder volver a su pueblo, a Nazaret. Pero el ángel del Señor se le aparece otra vez y le invita: levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise”. Y José se levantó y marchó con el niño y su madre a Egipto. Es decir, José pone en práctica esa invitación interior. Una y otra vez, Dios nos envía “su ángel” y nos dice lo que tenemos que hacer.

En medio de la inseguridad de nuestra vida, el ángel del Señor (que significa la proximidad de Dios en nuestra vida) es un apoyo y una luz. El nos dice en sueños en qué situación nos encontramos, si todavía nos amenaza algún peligro: ¿Qué peligro puede amenazar nuestra vida? ¿Qué Herodes atenta contra la vida de tantos seres humanos? Necesitamos discernir en qué dirección avanzar en nuestro camino.

También a Jesús le tocó vivir en un país extranjero, como emigrante, con todas las penalidades de los que emigran. Este dato evangélico toma hoy especial relevancia cuando los desplazados y refugiados, (una de las mayores tragedias humanas de nuestro tiempo), amenazan con convertirse en uno de los problemas más explosivos de las próximas décadas. Siempre ha habido migraciones, desplazamientos, pero hoy día, cuando el mundo se ha convertido en una aldea global, los flujos migratorios se han agigantado.

Recordarlos hoy, al proclamar el pasaje evangélico de la huida a Egipto, es una llamada de atención: es creer y recordar que El sigue siendo Dios-con-nosotros. Es asumir que Jesús se hace presente en los desplazados, en los refugiados, en los emigrantes actuales. A María y a José no se les ahorra nada de las inquietudes, de los sufrimientos y de las contrariedades que existen en todas las familias.

Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel”. Otra vez el ángel desinstala a José y a su familia. Otra vez tienen que ponerse en camino… También nosotros muchas veces tenemos que empezar de nuevo, y reemprender nuestro camino hacia una vida más plena y llena de sentido.

Hoy, Fiesta de la Sagrada Familia, necesitamos recordar que Jesús fue educado, creció, recibió amor, aprendió, trabajó, adquirió unos valores en el ambiente de una familia corriente: la familia de Nazaret. La familia de Nazaret es lugar de encuentro humano, es experiencia de vida y ternura, y es signo luminoso de “Dios- con- nosotros”. Sí, en Jesús se revela que Dios está con nosotros, que es Emmanuel.

Ciertamente, que la familia está hoy amenazada por una cultura individualista, que rehuye la relación responsable. Cada vez resulta más difícil la acogida del “tú” que supone la aceptación del otro con sus diferencias y el cuidado de la relación. Cuesta vivir la fidelidad hasta el final… A veces, se reduce el amor a un “sentimiento placentero”, a nivel sensible, que pasa pronto, o se vive el amor como posesión y no como entrega generosa. Se vive hasta que “se acabe”. Y termina “acabando pronto”.

Necesitamos apostar por la familia: La familia, como lugar de amor y seguridad, es fundamental en el proceso de crecimiento de las personas. Sin esta experiencia fundamental de la familia la persona no alcanza una cierta madurez. La familia es la que nos proporciona la experiencia base de la convivencia en el amor, en el respeto a las diferencias, en la ayuda mutua, en la tolerancia. La familia de Jesús es también para nosotros mediación para abrirnos a la gran familia humana de los hijos/as de Dios.

Nuestra familia es toda la humanidad. Toda la red de relaciones que tenemos. Nuestra familia es también la Iglesia, es nuestra comunidad cristiana: tenemos que compartir más, comunicarnos más, superar nuestras distancias, amarnos y perdonarnos. Colaborar para que nuestra comunidad sea más viva y exprese mejor la alegría del Evangelio.

Ponemos hoy ante Dios a cada familia del mundo y a toda la familia humana para decirle: Señor, bendícenos en estos días de Navidad, bendice nuestras familias y concédenos avanzar por caminos de paz y de fraternidad. Que tu Luz nos ilumine a todos, que tu Vida nos dé fuerzas para seguirte a Ti todos los días de nuestra vida.

 P. Benjamín García Soriano