El Papa Francisco, al final del Jubileo del Año de la Misericordia, quiso ofrecer a la Iglesia la JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES “para que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados”. Esta Jornada se celebrará todos los años el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, éste año tuvo lugar el 19 de Noviembre. Con este motivo el Santo Padre escribió un Mensaje, que comienza con las palabras del apóstol Juan “Hijos míos, no amemos de palabra, sino con obras” y nos recuerda que “el amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres”. VER MENSAJE COMPLETO
El Papa invita en esta Jornada “a toda la Iglesia y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial. Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro”. Como signo de este deseo el papa Francisco expresa su deseo de que las comunidades cristianas organicen momentos de encuentro y amistad de solidaridad y de ayuda concreta. Y deja claro que “el fundamento de las diversas iniciativas concretas que se llevarán a cabo durante esta Jornada será siempre la oración. No hay que olvidar que el Padre Nuestro es la oración de los pobres.
Para responder con un gesto a este deseo y llamada del Santo Padre, la Comunidad lo hizo a través del Hogar de Cristo, que acoge a personas de calle. Así, terminado el canto de Vísperas, seis Hermanas se dirigieron al Hogar, distante poco más de un Km., y vivieron una rica experiencia de cercanía y comunión con los 22 hospedados que se alojaban el Domingo 19. Después de un saludo cariñoso, como en Chile se celebra el Mes de María, se partió con un canto a la virgen acompañado con guitarra y palmadas de los presentes y siguió la comida a la que se unió alguna hermana mientras otras servían la cena y otra iba lavando las bandejas. Después llegó el momento de compartir todos juntos en verdadera fraternidad en el que también se expresaron con cantos dando muestras de verdadera alegría, y como se hacía tarde, habían pasado dos largas horas llegó la despedida, que fue entrañable de parte de unos y otras, no sin antes haber expresado su deseo de volver a hacer “banquete” al Monasterio, ya que algunos habían participado en el que se celebró al finalizar el Año de la Misericordia, respondiendo también al deseo del papa Francisco.
Damos gracias al Señor por esta gracia vivida y le agradecemos el regalo del Papa que con su ejemplo y su palabra nos enseña cómo ir haciendo realidad el llamado del Vaticano II a la Iglesia a ser de verdad “la Iglesia de los pobres”.