Los invitamos a celebrar la Solemnidad de San Benito, encomendándonos a él para vivir ese equilibrio entre la agilidad y la estabilidad,  la estabilidad y el dinamismo, entre la disponibilidad y la contemplación.

Conferencia a la Comunidad

Monasterio de la Asunción de Santa MarÍa

EN PREPARACIÓN A LA SOLEMNIDAD DE SAN BENITO

Padre José Luis Olivares, osb Monje de Las Condes

Oración inicial

Señor, Dios nuestro, que hiciste del abad San Benito un esclarecido maestro en la escuela del divino servicio, concédenos por su intercesión, que, prefiriendo tu amor a todas las cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con libertad de corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración colecta del 11 de Julio

Varias de Uds. me han contado que han estado meditando comunitariamente sobre la Regla, haciendo cada una un comentario o meditación sobre algún punto de la Regla, siguiendo un comentario, que no recuerdo cuál es.

Adhiriéndome a ese trabajo vuestro por conocer y amar cada día más y mejor la Regla, que es el camino que Dios ha elegido para llevarnos a su Reino, quisiera proponerles en este día un tema que es transversal a toda la Regla, es decir, que no lo encontramos en un capítulo concreto, sino a lo largo de todo su contenido. Se trata de la dinámica entre el binomio estabilidad-dinamismo que San Benito nos presenta como dupla imprescindible del camino monástico.

Hace muchos años, cuando estudiaba en San Anselmo, me pidieron hacer un trabajo sobre una oración colecta del misal romano. Elegí la colecta de San Benito, y fue durante el estudio de esta colecta que me pude dar cuenta de la existencia de este binomio. Me di cuenta de ello, precisamente porque descubrí una grave dificultad de la traducción española, que de hecho no refleja esta acción entre estabilidad y dinamismo, al cambiar los verbos originales latinos, haciéndolos menos fuertes, desluciéndolos, o como diríamos hoy haciéndolos más light. Hay un viejo dicho italiano de dos palabras que dice simplemente traduttore, traditore (traductor, traidor); y si bien nunca se puede generalizar una afirmación de esta clase, hay que reconocer que en algunas ocasiones, pareciera tener razón. Traducir es siempre una tarea difícil, ya que no basta ser textual en las palabras, sino mantener las mismas ideas, el ritmo, el estilo, la gracia, la belleza y el espíritu del texto. Esta tarea se torna más difícil cuando el texto a traducir es una pieza literaria y poética. La colecta de la solemnidad de San Benito tiene sus fuentes en la Regla, y por tanto sigue su espíritu y manifiesta, como en una especie de fruto de una lectio, lo que ella refleja. Hay que hacer notar, en primer lugar, que esta oración no viene de ninguno de los sacramentarios antiguos, sino que es una composición actual, hecha precisamente para el Misal de Pablo VI, a diferencia de la oración colecta del día del Tránsito de nuestro Padre San Benito, 21 de Marzo, que encontramos en el anexo propio OSB al Misal Romano, y que es antigua, ya presente en el sacramentario Gregoriano del siglo VII. En la elaboración de esta nueva colecta para el 11 de Julio, se nota la participación de algunos monjes, o de al menos uno. Tiene ese sabor de la espiritualidad benedictina y de un conocimiento profundo de la Regla, lo que no parece estar presente en su traducción.

Siguiendo el original latino la oración diría:

Oh Dios, que has constituido (en vez de usar el verbo hacer: hiciste) al santo abad Benito un preclaro maestro en la escuela del divino servicio, concédenos, te rogamos, que no anteponiendo nada a tu amor, corramos (en vez de usar el verbo avanzar) con el corazón dilatado por el camino de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo.

En la oración he cambiado no sólo los dos verbos sino también otras frases, pero quisiera centrarme ahora sólo en estos dos verbos: Has “constituido” a San Benito un preclaro maestro en la escuela del divino servicio; y “Corramos” con el corazón dilatado por el camino de tus mandamientos.

El primer verbo, en la traducción española, “hacer” (has hecho), es un verbo muy general, que se puede aplicar a muchas acciones diferentes. Desde hacer un queque, o cualquier otra acción que pueda responder a la pregunta ¿qué has hecho? Dios no ha hecho simplemente a San Benito un maestro esclarecido de la escuela del divino servicio, lo ha constituido, dice el original latino. Constituir es fijar con fuerza algo que es la base de muchas otras cosas. Hoy escuchamos mucho sobre el sustantivo de este verbo, la Constitución, la ley fundamental de una nación o también de una congregación monástica, en la que se basan las demás leyes y normativas. Se pueden hacer muchas leyes, pero sólo se puede constituir una constitución. El Misal Romano usa este verbo para cosas fundamentales, importantísimas y sumamente estables, que no cambian. Para comprender la profundidad de este verbo, la única forma es compararlo con otros usos dentro del mismo Misal Romano. Si lo comparáramos con otra referencia, no nos daría su valor real. Por ejemplo, si lo comparásemos con el uso en los periódicos de nuestros días, sería una palabra muy normal, muy usada, y por tanto nada tan especial. En cambio en su ámbito de aplicación, el Misal Romano, es muy interesante lo que resulta. El Misal lo aplica dos veces a Cristo, dos veces a la Santísima Virgen y cuatro veces al Papa. “Has constituido a tu Hijo Unigénito, sumo y eterno sacerdote”; “A la Madre de tu Hijo la has constituido también reina y madre nuestra”; “Has constituido a nuestro Papa N. como sucesor de Pedro”, etc. Nunca se aplica este verbo a otro santo más que a San Benito, si exceptuamos a la Santísima Virgen. Y lo que constituye el complemento o finalidad de esta acción de constituir es también algo importante, algo estable, algo que no puede ser cambiado: “Reina y Madre nuestra”; “Sumo y eterno sacerdote”; “Sucesor de Pedro”; “Vicario de Pedro y Pastor de tu Iglesia”, etc. Este verbo nos hace pensar en el voto de estabilidad que San Benito ha propuesto a los monjes que siguen su Regla. Estabilidad, firmeza, fuerza, algo imperecedero, algo que no muda. Todo lo contrario a los monjes giróvagos o sarabaítas que tanto fustiga el santo legislador al inicio de la Regla.

El segundo verbo en el que hoy nos detendremos es el verbo currere, correr, que en la oración colecta está en la primera persona plural del presente del subjuntivo, corramos. La traducción nos pone ante un débil verbo “avancemos”, que no indica necesariamente agilidad o velocidad. Es perfectamente posible avanzar con paso de tortuga, usando el mismo verbo para el caminar del caracol. Corramos, en cambio, denota esa presteza, agilidad, velocidad, esfuerzo físico, intensidad. San Benito gusta de usar este verbo, por ejemplo, en el prólogo, cuando, citando a Jn 12,35, nos dice: Cúrrite, dum lumen vitae habeátis, Corred, mientras tenéis la luz de la vida. O bien, en el mismo prólogo: Nisi illuc bonis áctibus curritur, Si no es corriendo con las buenas obras. O también: Currendum et agéndum est modo, quod in perpétuo nobis expédiat, Corramos y practiquemos ahora lo que nos conviene para la eternidad. Y sobre todo el final del Prólogo, que es la fuente directa de esta oración: Dilatáto corde, inenarrábili dilectionis dulcédine cúrritur via mandatórum Dei, Dilatado el corazón, se corre con inenarrable dulzura de caridad, por el camino de los mandamientos de Dios. Al final de la Regla, en el capítulo 73, utiliza otro verbo que también puede traducirse por correr, aunque más bien es apresurarse, Para el que corre hacia la perfección de la vida, y también más adelante en el mismo capítulo, Quienquiera pues, que corres por llegar a la patria celestial. Este verbo “festinare”, San Benito lo pone también al inicio de cada oficio, en el versículo introductorio: “Señor, apresúrate, o bien, date prisa, en socorrerme.

         San Benito usa muchos verbos y adverbios de una agilidad y acción rápidas, porque el monje, viviendo su voto de estabilidad, que lo fija a una comunidad, que lo enraíza en un monasterio determinado, que lo ancla a Dios, desde esa estabilidad debe iniciar un ágil proceso espiritual, que bien cimentado en lo que la Regla establece, lo debe hacer vivir su vida con un espíritu de Conversión constante, de agilidad interior, de corredor por las vías de los mandamientos de Dios. Un ejemplo de esto es la frase del capítulo 5° sobre la obediencia: In velocitate timóris Dei, “por la velocidad que imprime el temor de Dios”; o la del capítulo 7° de los grados de la humildad: Ad exaltatiónem illam caelestem, vólumus velóciter pervenire, “Queremos llegar velozmente a aquella celestial exaltación”.

         Siempre me ha llamado la atención en el relato de la vida de San Benito, que cuando recibe la visión del niño San Plácido cayendo en el lago y siendo arrastrado por la corriente, San Benito permanece estable, fijo en su lugar, y San Mauro, cuando se le cuenta que Plácido es arrastrado por la corriente, en vez de salir corriendo de inmediato, permanece tranquilo para recibir primero la bendición del santo Abad, antes de iniciar su carrera sobre las aguas. Estabilidad y agilidad, tranquilidad y dinamismo.

         Esto también nos explica algunos pasajes de la historia de la Vida Monástica Benedictina, como la peregrinatio Christi, el proceso por el cual un monje es llamado, desde la estabilidad de su monasterio a iniciar un dinámico camino de evangelización en tierras paganas. Esa evangelización se realizó, con la itinerancia de la predicación y con la estabilidad de la fundación de nuevos monasterios, que fuesen la base desde donde los monjes salían a llevar la Buena Nueva de Cristo.

         Creo que nosotros, hoy no estamos llamados a esa peregrinatio Christi, pero sí a entender que no podemos ser monjes indolentes ante la ausencia de la presencia de Cristo en nuestro nuevo mundo que nos rodea. Debemos reactivar, desde la estabilidad de nuestro monasterio, desde la estabilidad de nuestra profesión monástica, un camino de conversatio, de dinamismo espiritual, que fortalezca a la Iglesia en su tarea misionera. No por nada es una monja la patrona de las Misiones (Santa Teresita de Lisieux). Esta dinámica de estabilidad-dinamismo no es sólo benedictina, es monástica. Pero fue San Benito quien nos la explicitó notablemente en su Regla. En italiano hay una expresión interesante para designar a aquel que se echa y abandona toda fuerza de dinamismo interior o exterior: apoltronado, es decir, el que se echa en una poltrona, que son esos sofás reclinables que a veces tenemos en nuestras enfermerías. Interesante imagen.

         En algunas ocasiones, San Benito propone en la misma frase, este binomio, por ejemplo cuando en el capítulo 22 sobre cómo han de dormir los monjes, señala primero que, “Levantándose sin tardanza, se apresuren a anticiparse unos a otros para la Obra de Dios, es decir, dinamismo, agilidad, velocidad, carrera. Pero añade a continuación, Si bien con toda gravedad y modestia, es decir, estabilidad, firmeza, sin agitación. Esta es la clave para diferenciar en nosotros la agitación, como aquella que la Sagrada Escritura señala que llenaba el corazón de Marta, cuando se afanaba inquieta, por atender al Señor y a sus muchos amigos, mientras María permanecía estable, fija, postrada a los pies del Señor a la escucha de su Palabra. Cuando el Señor le reprocha a Marta que tiene el corazón agitado, dividido, Marta reconoce su falta de no haberse afirmado, afianzado en lo único estable y duradero que es la Palabra de Dios, y haber iniciado una dinámica sin estar primero firmemente fundamentada en la estabilidad de Dios. Después del reproche del Señor, Marta continúa sirviendo con sus muchos quehaceres, pero esta vez su dinamismo está sustentado en lo estable, que es el Señor, y por eso puede dar fruto abundante.

Para finalizar, quisiera rezar con Uds. y como forma de preparar su fiesta, la oración colecta original de N. P. San Benito.

Deus, qui beatum Benedictum abbatem, in schola divini servitii praeclarum constituisti magistrum, tribue, quaesumus,

ut amori tuo nihil praeponentes viam mandatorum tuorum dilatato corde curramus. Per Dominum[1].


[1] Missale Romanum ex decreto Sacrosancti oecumenici concilii Vaticani II instauratum auctoritate Pauli PP.VI promulgatum. Editio Typica Altera. Libreria Editrice Vaticana, 1975. 576.

Pintura sobre madera. M Alejandra Izquierdo