San Benito y Santa Escolastica, museo de Norcia, pintura al temple.

SANTA ESCOLÁSTICA: «PUDO MÁS PORQUE AMÓ MAS»

En el umbral del siglo 6° una mujer es celebrada por un Papa, Gregorio Magno, con una definición que resume toda su vida: «Pudo más aquella que amó más». Vida intensamente resumida en dos capítulos del segundo libro de los Diálogos de Gregorio Magno, enteramente dedicado a san Benito.

En estos capítulos, – una de las más hermosas páginas de Gregorio -, se describe el último encuentro entre Escolástica y su hermano Benito. Escolástica, nacida hacia el 480 y conocida por ser la hermana del gran padre del monacato de Occidente, aparece al interior de un libro dedicado a los viri Dei «hombres de Dios», cuyas vidas son narradas como ejemplos a imitar por todos los cristianos. La narración se va entretejiendo con la finalidad de hacer comprensibles conceptos que de otra manera se habrían hecho incomprensibles para un pueblo simple y analfabeto. Son composiciones exhortativas, que proponen ejemplos de santidad a la imitación, sin buscar el dato histórico. La única fuente que tenemos deja abiertos, por tanto, multitud de interrogantes, también porque Gregorio habla de Escolástica sólo en referencia a Benito. Y es precisamente esta relación de hermandad la que convierte el nombre de Escolástica una referencia, al femenino, para los inicios del monacato occidental.
Una vez al año ambos hermanos se encuentran en un lugar en cercanías del monasterio de Benito. Después de una jornada dedicada a la oración y al diálogo espiritual, Escolástica expresa el deseo de prolongar aquel diálogo por toda la noche. El rechazo por parte de Benito, fiel a la Regla que no permite el pasar la noche fuera del monasterio, es inmediato. Oídas las palabras de Benito, Escolástica reza hasta las lágrimas y obtiene el desencadenarse intempestivo de un temporal talmente violento que impide al hermano el retorno al monasterio. Benito, a pesar suyo, transcurre, entonces, la noche en coloquios con la hermana: se separan al día siguiente de mañana y después de tres días Escolástica muere. Toda la vida que antecede a este episodio Gregorio la resume en una frase: ‘Escolástica estaba consagrada al Señor desde su más tierna edad». Viene definida cual: sanctimonialis femina, expresión que indica una virgen sin especificar la forma de vida monástica cenobítica: puede también señalar/indicar una virgen consagrada que vive en un poblado o en familia. Sin embargo los comienzos de la vocación de Escolástica pueden vislumbrarse siguiendo tras las huellas de Benito, podemos suponer que su influencia, con su decidido abandono de familia y estudios, haya sido tal, de delinear también para ella, una forma de vida monástica cenobítica tal como se habría desarrollado, primero en Subiaco y luego en Montecasino. Su parentesco de sangre desemboca, entonces, en una relación aun más definitiva, en la vocación común que los hace uno en Cristo.
La relación entre Benito y Escolástica e descripta como una relación humana de afecto reciproco, caracterizada por la ternura. Una relación que se desarrolla al interior de su amor personal hacia Dios: se visitan una vez al año, en sus encuentros rezan, buscan a Dios, dialogan acerca de canto llevan en el corazón. La atmósfera del encuentro se caracteriza por la alegría, al igual que IO será en el momento de la muerte de Escolástica, único dato suplementario que nos es posible recabar de las páginas de los Diálogos. Después de la muerte, el alma de Escolástica, es contemplada por Benito, penetrando en el cielo en forma de paloma. Alegría y gloria son los sentimientos que esta muerte suscita en él.
Escolástica es una «escolar» en aquella «escuela del divino servicio» que es un monasterio según la Regla de Benito. Ella es una auténtica/verdadera buscadora de Dios (cf. Regla, 58,7), aquella que nada antepone al amor de Cristo y, en consecuencia, a la oración (cf. 4,21; 43,3). Ella realiza plenamente con,- y en su vida -, su vida la palabra de la Regia. La oración que brota de este corazón puro constituye su fuerza: la intensidad de su súplica y la abundancia de sus lágrimas le obtienen aquello que tan ardientemente desea. Escolástica, que ha vivido su existencia en absoluta fidelidad a la vocación que desde su infancia había sentido como su forma vital según el Evangelio, demostrando que ha perseverado en ella con fe simple e integra.
En la trama de la narración de los Diálogos, ella nos es presentada como libre. Es una mujer, con todas las una figura femenina pacificada, con las características de la feminidad: dulzura, afecto profundo, audacia puesta en juego para obtener lo que desea profundamente. Puede ser vista, en la descripción de Gregorio, como signo de una distinción, de una diferencia, respecto a la vocación que comparte con el hermano. Esta diferencia es lo que le permite vivir con serenidad el gran don del primado indiscutible del amor por sobre toda regla o cualquier ley. Benito tenía necesidad de derribar una última barrera, de la rigurosidad de la ley a libertad del amor: el encuentro con la hermana provoca en él el derribo de esa barrera, lo hace abandonar la parálisis en la que lo había encerrado el rigor en la observancia de la Regla.
Lo que fascina en Escolástica estriba que el signo más grande de su santidad y de su grandeza espiritual, lo constituye su profunda humanidad, el ser mujer de deseos, de búsquedas, pero sobre todo, de amor. Su vida, en seguimiento del Señor, tiene la fuerza de la comunión que proviene, únicamente, del amor de Jesús. Escolástica representa el amor, es la mujer criticada por el hermano, campeón de la ley, custodio de la observancia: ella, en cambio, supera la letra de la Regla haciendo prevalecer el amor por la persona. Por eso Dios la escucha, porque ha amado mucho (cf. Lc, 7, 47). El Señor pone el sello de autenticidad al deseo espiritual y al amor que Escolástica osa expresar contra la palabra de la Regla. «Ella pudo más porque amo más».
Escolástica es también la mujer del presente, del hoy: no tenemos una historia de ella, no poseemos largas narraciones de gestos realizados por su persona, sino únicamente el relato de su hoy, un hoy plenamente humano porque capaz de hacer espacio a la caridad: dilátense los espacios del amor [Dilatentur spatia caritatis (Agustin, Sermón 69,1)].

Escolástica nos recuerda a todos que más allá de las leyes y reglas no hay camino más seguro que el de una caridad ardiente y sincera para encontrar la voluntad de Dios en nuestra vida.